Matricula de Honor. El complejo y atrevido reto de Joan Isaac, uno de los grandes/grandes cantautores catalanes, de 'apropiarse' de canciones de otro de los grandes/grandes de la música española, Luis Eduardo Aute, se ha saldado con la máxima calificación. Tanto en el disco Auteclàssic, como en el directo del mismo, que presentaron ambos en el Reina Sofía madrileño dentro de la II Semana Cultural Catalana.
Por Emilio Martínez para Diario Crítico
Sólo alguien con la capacidad lírica, estética y poética, cual su voz, de Joan Isaac saldría por la Puerta Grande virtual del arte para lidiar y triunfar aportando algo a las "más que las canciones, las emociones" —como señaló él mismo en su actuación—, del polifacético Luis Eduardo Aute.
Sólo alguien capaz de saber acudir para su Auteclàssic a musicazos en general y estupendos arreglistas en particular como Enric Colomer y Pere Bardagí para vestir las composiciones 'autistas' podría calar tan hondo en los felices oyentes de la grabación como del directo.
En efecto, las ya emblemáticas Una de dos, Giraluna, Pasaba por aquí, De alguna manera, Al alba y ese retrato de la sociedad posmoderna y olé cada día —¡ay!— más en vigor que es la mítica La belleza, se arropan de unos arreglos propios de música clásica tan originales como profundos y fáciles de escuchar, que recuerdan en parte a los que en su momento propusieron también con agradable sorpresa Madredeus.
A lo que se unen unas letras perfectamente adaptadas a un lenguaje tan melódico como el catalán —qué bien suena Aute también en este idioma—.Todo ello con el denominador común no sólo de la extraordinaria clase de Isaac —muy de 'nova cançó', muy de otro de los grandes/grandes, Lluís Llach; no son despreciables tales aguaderas, al que tanto recuerda— sino en un estado categorial mayor: el de intérprete.
Con semejantes premisas, la tesis final únicamente podía conducir al éxtasis del público que abarrotó la sala. De un público que captó a la perfección las sensaciones que Isaac, en varias de ellas con Aute de segunda voz —"y de corista de Joan, lo que es un placer"—, según admitió.
Enric Colomer y el cuarteto de cuerda
De un público con el corazón encogido en los momentos más íntimos —Sento que te'n vas i et perdo, Tornar-te a veure, Dos o tres segons de tendresa— y el alma abierta y sonriente en los más distendidos o irónicos Autotango del cantautor, Una de dues. De un público entregado y receptivo al máximo a lo largo de las casi dos horas de recital. De un público que alcanzó la compulsión máxima con A l'alba y con la despedida A Margalida, del propio Isaac y dedicada a Puig Antich.
Tampoco fue cuestión baladí la complicidad entre Isaac-Aute, entre Aute-Isaac, en el escenario casi en la mitad de los temas en que lo compartieron —el resto fueron para lucimiento exclusivo del catalán— ni el altísimo nivel del cuarteto de cuerda Jordi Coll, Mikel Córdoba, Manuel Martínez y Luisa Roca. Ni, claro, y es justo y necesario que el cronista insista en ello, la dirección musical de ese genio que se llama Enric Colomer, perfecto en su doble labor de director y pianista.
Y, una última cosa, tampoco baladí: Aute e Isaac, Isaac y Aute, tenían la intención de dejar claro que, "frente a la lucha por el voto" y los enfrentamientos artificiales de los políticos, "la cultura lo que hace es enlazar y unir a las personas" al margen de su lugar de cuna. Así lo estableció Joan, en total comunión con el público. Lo dicho/escrito: matrícula de honor. Por todo.
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