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FRAGMENTOS DE UN SUEÑO

INTERLUDIO. La otra mitad

por Luis Cifuentes Seves 


(Conversación con algunas compañeras e hijos de los integrantes de Inti-Illimani).


NOTA DEL AUTOR: A diferencia del resto de las conversaciones que forman la base de este libro, esta tuvo un carácter particularmente informal. Se efectuó en el taller de Inti-Illimani, en los suburbios de Roma, en un lugar rodeado de viñedos y otros cultivos, un día domingo en febrero de 1988. Nos juntamos a almorzar ("antipasti" y lentejas, regados con vinos locales) en un viejo y pintoresco galpón utilizado por los lugareños para celebrar reuniones sociales. La conversación se efectuó durante la preparación del almuerzo (bajo la batuta culinaria de Horacio Durán) y una vez finalizado este. Debido a obligaciones familiares, varias de las participantes sólo estuvieron presentes durante una parte de la entrevista. Los miembros de Inti-Illimani se abstuvieron, no sin cierta resistencia, de entregar sus opiniones, dedicándose en cambio a un improvisado partido de fútbol.


LUCHO: Los Inti-Illimani viajan por todo el mundo, pero una parte de ellos ha permanecido en Italia ya por catorce años: sus compañeras y sus hijos. Quisiera preguntarles ¿cómo afectó sus vidas el salir de Chile?

TOÑA: En los años que hemos vivido aquí, en todo este proceso de adaptación, pasando por el trauma inicial y el inicio de una vida nueva, no hemos sido diferentes a otros exiliados. Todas éramos muy jóvenes cuando llegamos aquí. Yo tenía 20 años, Marcela 17, la mayor era Vicky, la compañera de Max, que tenía 25 años. Nosotras estábamos llenas de energía, llenas de la pasión juvenil, pero mirando hacia atrás fueron los peores tiempos, ya que no conocíamos nada, el dolor inmenso de la tragedia de Chile, la nostalgia... Y sin embargo yo reivindico esos años por haber sido los de mi juventud. Los vivimos en medio de la solidaridad hacia Chile, de un auge político en Italia. Desde ese punto de vista fueron los mejores.

MARCELA: Llegamos, además, con una gran mistificación respecto de Europa. El choque inicial fue grande. Pero hemos tenido que adaptarnos y crecer, estudiar, trabajar, arreglárnoslas con los hijos en circunstancias que sus padres han pasado hasta diez meses al año viajando por el mundo. No ha sido fácil. Sin embargo, los primeros tiempos fueron muy significativos y encontramos una cálida acogida entre el pueblo italiano, una enorme solidaridad.

LUCHO: Al comienzo del exilio muchos pensaban que la situación en Chile podía cambiar relativamente luego. Recuerdo que había quienes hablaban permanentemente de "dos años más". Tal vez hay gente que aún lo hace. ¿Hubo un momento de corte en que Uds. se convencieron que el exilio era para largo, que los hijos iban a crecer aquí?

MARCELA: No hubo un momento identificable, sino que un proceso gradual. Yo recuerdo que todos hablábamos de dos años más, y para cada Navidad y año nuevo se decía que el próximo lo pasaríamos en Chile. Sin hijos y con 17 años, yo tenía bastante tiempo y energía para tratar de conocer el viejo mundo y aprender el idioma y así fue que abrí la maleta y sin darme cuenta, empecé a soñar en italiano.

LUCHO: Susana, tú eres alemana, de manera que realmente no has vivido un exilio como Toña o Marcela. Además llegaste a Italia varios años después...

SUSANA: Yo llegué el 81. Conocía a Inti-Illimani desde mis días de estudiante en Austria, desde antes de conocer a Marcelo, tal vez desde el 78. Nos conocimos en un concierto en Londres, el primero que hicieron con John Williams el 22 de noviembre del 80, en el Dominion Theatre. Fui a darle los saludos de un amigo chileno.

LUCHO: ¿Qué visión tienes tú del exilio de Marcelo?

SUSANA: Para mí es doblemente difícil. Yo, por vivir con Marcelo y nuestros hijos, pienso "volver" a Chile cuando Marcelo lo haga, pero nunca viví en Chile. Yo estoy en Italia esperando ese momento, pero nunca elegí vivir aquí; estoy más ligada a Chile y a Alemania. Y esto es difícil, porque Marcelo no tiene ninguna raíz en este país.

MARCELA: Eso es interesante, ya que los Inti pasan por Italia, pero nosotras vivimos aquí. Eso se nota hasta en el idioma. Nosotras tenemos un dominio mucho mayor del italiano que nuestros compañeros. Otro aspecto raro es que ninguna de nosotras tiene prohibición de volver a Chile. Toña y yo fuimos a Chile juntas, y por una casualidad extraordinaria, en la misma fecha en que salimos. Cuando salimos, veníamos con la hija de Toña que aún no cumplía un año. Cuando fuimos a Chile, años después, lo hicimos con mi hija, que tampoco cumplía aún el año.

LUCHO: ¿Susana, tú has estado en Chile?

SUSANA: Sí, una vez. Chile me gustó mucho, sobre todo la gente, muy abierta y amistosa. Fue increíble. Yo tenía una imagen distinta y negativa. En Italia siempre he tenido problemas para relacionarme con la gente, pero en Chile ninguna.
Un aspecto importante de nuestra vida es que tenemos que hacer de puente entre nuestros compañeros e Italia. Tenemos que hacerles un espacio donde se sientan bien de vuelta de sus viajes.

MARCELA: Eso es muy importante. Nosotros somos el punto de referencia. Aquí es donde ellos tienen su seguridad afectiva.

LUCHO: ¿No resulta un poco apabullante esa responsabilidad a veces?

TOÑA: Cuando ellos paran por diez días en Roma, no cuesta nada asumirla, pero cuando se quedan por dos o tres meses, se produce una crisis de poder. Normalmente, yo decido todo en la casa. Pero cuando llega Horacio, él asume el papel de "dueño de casa" y me rompe mi rutina, se alteran mis dinámicas internas.

MARCELA: Cuando José llega, en primer lugar, altera los horarios, ya que él está acostumbrado a vivir de noche. Por otra parte, como el papá está en la casa, Anahí no va a la guardería, de manera que se crea un enredo.

IRENE: A mí la vida se me simplifica cuando llega el Loro.

LUCHO: Bueno, Irene, tu marido tiene la imagen de ser el más serio, el mejor comportado. En más de cuarenta países se le conoce como un dechado de virtudes (risas).

IRENE: La verdad es que él tiene poca iniciativa doméstica, de modo que sigue mis instrucciones sin ningún problema (risas). Yo le programo su vida cuando está en Roma. El me ayuda bastante y no tengo ningún conflicto de mando doméstico.

MARCELA: José es lo mismo. La verdad es que cuando él llega, todo a mí se me facilita en términos de labores domésticas. A él le encanta llegar a cocinar, a hacer vida de familia, ya que casi todo el tiempo se lo pasan del aeropuerto al hotel al teatro y vuelta al hotel. A José no lo sacas de la casa ni con grúa cuando está en Roma (risas) y la más contenta es nuestra hija.
Una desventaja es que, cuando José se va, Anahí queda alborotada y me cuesta como una semana volverla a la normalidad, deja un vacío muy grande.

SUSANA: Nosotros tratamos de no cambiarle la rutina a Sebastián cuando está Marcelo, a objeto de no desorientarlo. Creo que cada familia tiene su propio enfoque respecto de los niños.

LUCHO: ¿Qué has hecho tú desde que llegaste a Italia?

SUSANA: Estudie Psicología. Al principio tenía que viajar a Padua, lo que era difícil. Luego seguí estudiando en Roma y además tuve dos hijos, Sebastián y Pascal.

MARCELA: Yo estudié Kinesiología, aprovechando las posibilidades que hay en Italia. Aquí no hay muchos problemas para estudiar. Yo salí directamente del liceo a Italia, de manera que nunca había estado en la universidad en Chile. Y lo más lindo fue que en 1984 nació mi hija Anahí.

LUCHO: Por lo tanto la Universidad de Roma es tu Alma Mater...

MARCELA: Claro que sí. Después seguí estudiando e interesándome en formas de medicina de otras culturas, acupuntura, yoga, etc. Pero Italia no sólo me ofreció esas posibilidades. Mis experiencias de adulta, el conocimiento de mí misma, los he visto a través de una óptica europea.

LUCHO: ¿Has tenido problemas de tipo profesional?

MARCELA: Sí. La burocracia, el clientelismo, el despilfarro y el caos de la asistencia sanitaria gratuita. Pero ahora he decidido trabajar en forma particular y organizo mi trabajo según las necesidades del enfermo.

TOÑA: A mí me suspendieron de la Universidad de Chile en tercer año de Medicina por motivos políticos. Me vine a Italia como resultado de esta gentil invitación de nuestros consortes (risas). Por problemas burocráticos pasé dos años sin estudiar. Luego estudié Medicina, me titulé e hice cuatro años de especialización en Cardiología.
Al cabo de algún tiempo comencé a trabajar como médico ad honorem, me ayudaron algunos médicos latinoamericanos que residen aquí. Desde entonces se me han abierto algunas puertas y puedo ejercer en forma privada. Además revalidé mis estudios en España a objeto de poder ejercer en Chile.
Ahora trabajo la mayor parte del tiempo ad honorem, pero hago trabajo remunerado una tarde a la semana, que es muy bien pagado. Mis problemas son hoy similares a los de todos los médicos de mi generación en Italia.

IRENE: Yo estudié Arquitectura en Chile y aquí me reconocieron casi todos los ramos que había hecho. La universidad italiana es una carrera de exámenes, y en eso estuve varios años, hasta el 82. Allí pasé por un período crítico, ya que se me estaba haciendo cada vez más pesado y no veía posibilidades de trabajo al fin de mis estudios, de modo que me retiré y estudié Artes Gráficas y Publicidad por tres años. Terminé, trabajé un tiempo en la FAO y desde que nació mi tercera hija he trabajado sólo ocasionalmente.

LUCHO: ¿Quieres nombrar a tus niños?

IRENE: Tengo tres hijos, Camilo nació el 76, Martina el 86 y finalmente la Manuela en 1987.

TOÑA: Yo tengo dos hijas: Andrea que nació en Chile y Amanda en Italia.

SUSANA: Marcelo tiene una hija de un matrimonio anterior, Nathalie, que nació el 73. Los dos niños son de nuestro matrimonio. Jorge, cuya compañera, Mariana, no está presente hoy, tiene cuatro hijos y Renato es soltero.

LUCHO: ¿Tenías tú algunas expectativas cuando llegaste a Italia?

TOÑA: No, ninguna expectativa ni certeza. Lo único que sabía era que quería estudiar y volver a Chile apenas cayera la dictadura. Ahora he llegado a una edad donde uno ve las cosas de otra manera. Quiero hacer la vida de mi familia lo más grata posible. Yo tengo una hija de 15 años y eso introduce un elemento distinto. Volver a Chile ya no es una meta urgente y creo que nunca he funcionado en base a metas.

IRENE: Yo me vine más bien a la aventura y con la esperanza de volver lo antes posible. Recientemente hemos considerado la idea de irnos a América Latina.

MARCELA: Mis expectativas son que termine luego el horror en Chile, para volver a retomar nuestra vida.

LUCHO: ¿Hasta qué punto han echado raíces en Italia?

IRENE: Los niños me han acercado a Italia. A través de la escuela, de sus amigos, de sus actividades, tú aprendes mucho acerca del país. Funcionas más en la sociedad italiana.

MARCELA: Otro lazo indestructible han sido los amigos que hemos hecho aquí, que nos han mostrado aspectos poco conocidos de este país. Para mí, irme va a ser otro trauma en lo afectivo.

SUSANA: Yo no tengo raíces aquí, ya que viajo mucho a ver a mi familia en Alemania. Tal vez cuando me vaya me voy a dar cuenta de mi ligazón con Italia, pero a mí no me costaría irme.

LUCHO: ¿Cómo entienden los hijos la profesión de sus padres? ¿Qué piensas tú de la profesión de Horacio, Amanda?

AMANDA: Mi papá es como muy pocos, no se encuentran muchos como él y a mí me gusta. El único problema es que pasa poco en la casa.

LUCHO: Tocori y Cristóbal, ¿les gusta a Uds. el trabajo de Max?

CRISTÓBAL: A mí me gusta y cuando veo a mi papá estoy contento ya que lo veo poco. Me gusta que él cante por Chile, aunque yo no lo conozco, siento algo por Chile.

LUCHO: ¿Te gustaría ir a Chile?

CRISTÓBAL: Sí, Vicky me ha contado de La Serena y creo que es bonito, pero no me imagino las ciudades. No sé si me gustaría vivir allá, tendría que ver.

LUCHO: ¿Qué piensas de la música de Inti-Illimani?

CRISTÓBAL: Me gusta mucho, sobre todo "El pueblo unido", "Señora Chichera", "Dedicatoria de un libro"...

TOCORI: El trabajo de mi papá es muy importante. La música es necesaria para la vida. A mí me atrae la música de los Inti y la música rock, blues y jazz. Tengo la suerte de conocer bien el folklore latinoamericano, cosa que muchos jóvenes italianos ignoran. Los Inti han avanzado en su forma de tocar y me parece que las composiciones de Horacio Salinas son únicas. También comparto los ideales políticos del conjunto, ya que me parece increíble que haya chilenos que no puedan vivir en Chile.

LUCHO: Tú naciste en Chile, pero saliste antes de cumplir un año. ¿Te sientes italiano o chileno?

TOCORI: Como vivo aquí, me siento italiano en lo material, pero espiritualmente soy chileno.

LUCHO: ¿Piensas en volver a Chile?

TOCORI: Sí, pero no sé si a quedarme. Tengo la elección de Italia o Chile y es una decisión que voy a tener que tomar en el futuro. Si me hubiera quedado en Chile, mi vida habría sido distinta, pero no extraño la familia, ya que los Inti son como una gran familia.

IRENE: Camilo se lamenta mucho de no haber vivido los años en que los Inti estaban en los primeros lugares del ranking. Muchos profesores le comentan acerca del conjunto.

SUSANA: Sebastián y Nathalie se identifican por completo con la profesión de su padre. No se entristecen cuando Marcelo tiene que partir, ya que entienden lo que él hace.

LUCHO: ¿Cómo las afecta a Uds. la fama del Inti en Italia?

TOÑA: A veces a mí me molesta un poco que hasta entre colegas se me presenta como "la esposa de un miembro de Inti-Illimani", como si una valiera por el marido famoso y no por una misma.

MARCELA: Sí, es desagradable que a veces las relaciones cambian de carácter cuando la gente se entera de nuestra ligazón con el conjunto.

TOÑA: Además que, de inmediato, se supone que tenemos mucha plata (risotadas de todas las presentes).

LUCHO: Cuando los Inti y yo éramos estudiantes se comenzó recién a hablar en contra del machismo en Chile. ¿Como ves tú el machismo, Susana?

SUSANA: Cuando yo tenía veinte años, tenía una visión muy independiente. No creía en la pareja y tendíamos a vivir en comunidad. Mis primeros años con Marcelo fueron difíciles, me sentí limitada en mis otras relaciones. En Roma no conocía a nadie y todos mis amigos estaban en Austria. Marcelo veía la relación de una manera muy exclusiva. En eso, él era machista, aunque no en cuanto a las labores domésticas, ya que él siempre asumió su parte de responsabilidad. En eso nunca hubo problemas.
Marcelo veía que las cosas que yo hacía para mí eran en contra de la pareja. El se sentía herido si yo quería ir a ver a mis amigos. En eso ha cambiado mucho, y ya no tenemos problemas de machismo. Yo, por mi parte, también me he entregado más a la pareja. Creo que los dos hemos cambiado.

TOÑA: Yo pertenezco a una generación más consciente del machismo que la de Uds. Yo viví el rechazo del machismo como un rechazo de mi propia femineidad. Eramos iguales y nos veíamos iguales (risas). Después, viviendo en Italia, hemos redimensionado el machismo chileno. Nuestra generación está a años luz del machismo en Italia.

LUCHO: ¿Para bien o para mal?

TOÑA: ¡Para bien! El chileno de mi generación es muchísimo menos machista que el italiano. Yo no creo que el hombre deje de ser machista porque lave los platos y la ropa y cuide los niños. Creo que eso no es suficiente. ¡Pero en Italia, los hombres de nuestra generación ni siquiera hacen eso!

IRENE: Pero, en Chile, la situación que describes se da en círculos de profesionales y clase media. En otros sectores el problema es distinto.

TOÑA: Claro. Yo sólo me refiero a lo que yo conozco. Nosotros habíamos escuchado tanto del 68 en Europa, etc. que esperábamos algo muy distinto. Y cuando llegamos, vivimos en Genzano, que es un pueblito a 30 km. de Roma y resulta que tiene una cultura campesina que ha cambiado muy poco en los últimos 50 años.

MARCELA: Para mí el machismo ha sido una batalla permanente, que nos ha obligado a crecer juntos. Yo también espero más que lavar los platos y cuidar los niños. Por ejemplo, José jamás va a faltar a su trabajo porque se enfermó la niña, pero yo sí. Hay una subvaloración consciente de la actividad profesional de la mujer. Yo lo hago, pero ahí hay un problema. Esta problemática la enfrenté en Europa, ya que yo salí de la casa de mi madre a mi vida de pareja. Con José hemos pasado por crisis y estuvimos separados por tres años, pero volvimos.
Yo no soy José, tengo una sociabilidad distinta y por lo tanto, tengo que tener mis propios amigos. José me ha aceptado a mí y yo a él. Esa discusión continua va a seguir siempre, ya que es parte de la maduración. Lo más importante ha sido descubrir que la pareja no puede ser algo cerrado y excluyente, sino que debe haber espacio para que cada uno se desarrolle y se relacione independientemente. Yo soy una feminista militante y trabajo con las mujeres romanas en una casa que nos tomamos. La colectividad de mujeres chilenas está integrada a este trabajo.

LUCHO: ¿Qué piensan de la agresividad de algunas feministas?

SUSANA: La agresividad de la mujer es una reacción ante esa carga histórica de dominación. Yo creo que va a pasar y yo misma no la siento.

MARCELA: Sí, hay siglos de opresión, de condicionamiento, y por eso hay una rabia acumulada que puede ser excluyente, pero que yo entiendo. Entre las mujeres hay mucho temor de vivir solas, han sido condicionadas a vivir en función del marido y los hijos. Hasta aquellas mujeres que aparentemente están conformes con su posición subalterna, tienen grandes frustraciones y un gran temor a la separación.

LUCHO: ¿Tú te consideras liberada?

SUSANA: Yo me siento muy condicionada por mis padres. Como mujer me siento liberada, como hija no tanto. Siento que les debo algo. En Alemania hay mucha carga familiar y hay una tendencia a romper la dependencia rompiendo con los padres. Es una ruptura sin solución. Hay cierto grado de liberación entre los jóvenes, pero no en otros grupos. A la mujer casada no se le da trabajo porque tiene hijos. A la soltera no se le da porque va a tener hijos. Es un problema sin solución.

IRENE: Yo no sé si soy liberada, pero no me considero oprimida. Aunque me cuesta hacer cosas propias teniendo tres niños, el machismo nunca me ha afectado mucho.

TOÑA: Yo no me siento liberada, sino limitada por mí misma. Siento coartadas mis propias decisiones por poner primero a los hijos, a la familia, etc. Yo todos los inviernos me quiero ir de Italia a cualquier parte, pero al final prima la preocupación en los hijos, en la estabilidad actual... Resabios de nuestra formación de mujercitas.

IRENE: Cuando yo me dedico a los hijos, lo hago conscientemente y no creo que sean resabios de mi formación. A mí siempre me criaron para que fuera una profesional, para que trabajara.

MARCELA: Es difícil sentirse liberada cuando toda la sociedad condiciona el papel de la mujer.

SUSANA: Yo no creo tener el problema de la culpabilidad. Yo me siento un tanto condicionada por las mujeres italianas, ya que soy muy distinta. Muchas de las que conozco sólo hablan de la comida de los niños y temas similares, y se escandalizan cuando se enteran de que yo, teniendo dos niños pequeños, estudio.

IRENE: Yo he tenido una experiencia distinta. He conocido otros tipos de mujer italiana, más liberadas.

TOÑA: Cuando he estado en Chile, me he dado cuenta de que mis coetáneas han tenido un desarrollo distinto del mío. Muchas tienen empleada, con lo que el problema doméstico en buena medida desaparece. La dinámica familiar es distinta: los niños no saben colaborar y el marido no mueve un dedo. Sin que me quepa duda de la conveniencia de tener empleada, creo que es perpetuar el papel subalterno de la mujer. Al final, siempre es una mujer la que lleva la carga del trabajo doméstico. Esta es una de las cosas que me parecen extrañas ahora en Chile, pero en general, yo me adapto a casi todo en pocas horas cuando llego allá. Me identificó de inmediato...

LUCHO: ¿Cuáles son tus aspiraciones actuales?

IRENE: Volver a Chile. Tengo esperanzas de trabajar en cosas más interesantes, acercar a mis hijos a nuestra cultura, a Chile. Los cabros hablan mucho de Latinoamérica, pero para mí es Chile, solamente Chile.

SUSANA: Para mí, encontrar un trabajo en mi profesión y combinarlo lo mejor posible con mi vida familiar. Yo creo que me merezco una vida un poco más fácil de lo que ha sido hasta el momento. Yo no me siento muy bien en Italia. Sebastián tiene que hablar tres idiomas y no tiene elección. Por un lado es positivo, pero yo preferiría que se identificara con uno de esos tres, si no, hay una confusión. No creo que a la larga sea bueno. Yo hablo cinco idiomas, pero mi identificación siempre fue con Alemania.

TOÑA: Mis aspiraciones son volver a ver las Torres del Paine, el festival de Oruro, la quebrada de Humahuaca, comerme un asado frente al Océano Pacífico. Estas cosas están en mis sueños, ya que siempre estoy conciliando mis aspiraciones del paisaje, de los afectos, de las identidades, de estar con mi mamá, con mi hermano, partir en un cacharro al sur de Chile, etc. con las necesidades de la vida diaria. Las amistades allá son distintas, no requieren explicaciones. Nosotros hemos hecho acá bellísimas amistades, pero tú siempre tienes que explicar, explicar quién eres, por qué estás aquí, etc. Lo único que a mí me preocupa es mi realización profesional.

MARCELA: Las mías son poder reencontrarme en Chile con José, volver a descubrir mi historia y los paisajes de mi país, reconstruir mis lazos afectivos. Y querría vivir en un mundo en paz, sin la amenaza de una guerra nuclear, un mundo sin prejuicios, sin marginación, sin discriminación, sin imposición de uniformidades. Y ser consecuente con esos principios.

LUCHO: ¿Qué tanto han conocido del mundo?

IRENE: Bueno, en los años en que habría podido hacerlo hubo limitaciones. He viajado mucho menos de lo que me habría gustado. Nosotros teníamos una imagen gigante de Europa, que tuvimos que redimensionar.

TOÑA: Yo también he viajado menos de lo que hubiera querido. Hemos visitado a nuestros familiares en el extranjero y eso te da una visión bastante directa del país, mucho más de lo que ve el turista. Lo poco que hemos conocido, lo hemos hecho más a fondo.

MARCELA: He viajado bastante, aunque menos de lo que quisiera. Viví en México por dos años, conocí una realidad latinoamericana que ignoraba y de aquí que aún estando en Europa yo me sienta muy identificada con mi continente. He estado en Ecuador, en Perú. Me gustaría mucho seguir viajando. Cuando andamos con los Inti encontramos a gente muy sensible, muy pronta a entregarte su experiencia. Esto me ha abierto culturalmente y me ha dado una identidad más amplia.

IRENE: Viajar enriquece mucho y mi vida ha cambiado con el hecho de salir de Chile. Yo no sé cuánto me va a costar adaptarme a vivir de nuevo en América Latina.

SUSANA: Yo soy europea y sigo en Europa, pero he conocido Chile y Perú. Creo que vi la parte más bonita. Estaba muy influida por la visión que hay aquí de los países subdesarrollados. Vi una realidad muy distinta, pero con mucho de positivo, si exceptuamos la situación política. Claro que yo fui a Chile como representante de Marcelo. Mientras estuve allá, sentí esa responsabilidad.

LUCHO: ¿Y qué opinan Uds. de la cultura europea?

TOÑA: Bueno, uno pasa por un período de desilusión, en que se da cuenta de que aunque en Chile sabemos que en Italia están los Apeninos, algunos italianos no saben que en Chile están los Andes, etc. Hay en Europa un grado de ignorancia respecto del resto del mundo que uno no se lo espera, pero al mismo tiempo hay aquí aspectos culturales muy desarrollados, producto de milenios de acumulación de experiencia. Creo que debemos valorar eso. Aquí hay una cultura más antigua y eso ha dejado su huella.

MARCELA: Aquí todo funciona en base a que Europa es el centro del mundo. Hay una elite muy interesada que está al tanto, pero hay una masa que ignora mucho. De esa elite salen personas geniales que logran entender y representar objetivamente esa realidad.

ROSA: La gente en Roma tiene el privilegio de vivir cerca del mar, el campo y la montaña. Uno en Roma está expuesta a un rango de manifestaciones culturales populares, estilos de vida que nunca tuve tan cerca en Santiago, por ejemplo. Esto influye en la manera en que se cría a los niños, como convive una familia, y eso es parte muy importante de la cultura.

TOÑA: Salir de Chile nos abrió muchas posibilidades y al mismo tiempo nos hizo vivir una existencia nostálgica, añorando Chile y viviendo la pena de que en Chile existe una situación negativa. Sin embargo, a pesar de lo dura que ha sido la vida para la gente en Chile, sus vidas han tenido alguna continuidad. Los he visto vivir normalmente, mientras que nosotros no lo hemos hecho. No hemos plantado árboles, no hemos echado raíces. Yo ahora quisiera romper con la nostalgia.

LUCHO: ¿Y qué desean Uds. para el futuro de Chile?

TOÑA: Yo sigo deseando el socialismo. Tengo aún ese optimismo histórico. A lo mejor yo no lo voy a ver pero puede que mis hijos sí. Creo que lo que ha ocurrido en la postguerra italiana podría reproducirse en Chile. Allá ha habido un desarrollo de relaciones de tipo mafioso producto de la dictadura, hay un centro político fuerte, en fin. Pero sigo deseando el socialismo.

ROSA: Yo quisiera volver y poner en práctica lo que he aprendido. He trabajado mucho con niños, y esa experiencia tiene valor, se necesita. Me atrevo menos a dar una opinión en cuanto al futuro político. Mi hija mayor, de quince años, fue hace poco a Chile, después de haber salido de cuatro años de edad. Ella aquí es muy activa, participa en las actividades de su liceo y tiene bastantes posibilidades, pero volvió encantada. Ella prefiere Chile, a pesar de que en la actualidad ser joven en Chile es casi un delito. Encontró allá cosas que siempre buscó acá sin éxito. Le pareció muy fácil relacionarse con la gente.

LUCHO: ¿Cómo te explicas tú la supervivencia de Inti-Illimani, a pesar de la situación de exilio forzoso y de ya más de veinte años de asociación?

TOÑA: Ellos han mantenido una relación profesional de alto respeto y consideración mutua. Yo he viajado con ellos y no les puedo seguir el ritmo, es demasiado duro. Les admiro esa capacidad.

MARCELA: De acuerdo. Por otro lado hacen el papel de megapsicólogos, absorbiendo las nostalgias y las frustraciones de los exiliados con que se encuentran y conversan en todas partes...

TOÑA: A mí me causa una gran admiración la continuidad de su trabajo. Pero creo que un ingrediente importante es que, a pesar de todo el tiempo juntos, ellos han mantenido una cierta distancia mínima entre ellos. Yo no los veo realmente como amigos íntimos, sino que más bien como colegas unidos por un respeto y afecto mutuo, y por un gran amor por lo que hacen. Yo por broma les digo a veces que ellos han sublimado su homosexualidad potencial (risas)...

LUCHO: En este menage a sept (risas)...

TOÑA: Hay una afinidad personal, además, que ellos han cuidado. No cualquiera encaja en el grupo.

LUCHO: Para mí una cuestión extraordinaria es el desapego material que ellos tienen, y esa es la manzana de la discordia para casi todos los grupos artísticos. Ninguno de ellos está motivado por el dinero. Es increíble.

MARCELA: Eso es cierto. Además tienen una convivencia muy civilizada y una sensibilidad musical particular que los hace admirables.

TOÑA: Algo que merece mencionarse es que en los primeros tiempos en Italia nos apoyamos mucho unas a otras. Hicimos el papel de hermanas. Estábamos rodeadas de solidaridad, pero necesitábamos ese apoyo mutuo. Por otra parte, para nosotros tiene un significado especial el estar en aeropuertos o estaciones de tren. Perdimos la cuenta hace años de las horas que nos pasamos esperando, yendo a buscar o a dejar a los Inti en sus innumerables viajes. A veces con los niños, a veces sin ellos.
Como anécdota, te contaré que en noviembre del 74, en medio de un período de actividad alucinante del conjunto, tuvieron que ir a Varna, Bulgaria a la asamblea de la Federación Mundial de la Juventud Democrática. Llegaron de una gira por los EEUU, los esperábamos con las guaguas, que eran Tocori y Andrea, y llevábamos unas bolsas para que dejaran la ropa sucia de varias semanas y otras con ropa limpia. Los despedimos y tenían que volver tres días después, pero por el mal tiempo no pudieron hacerlo y se pasaron a viajes entre Varna y Sofía sin poder partir. Nosotros nos pasamos cinco o seis días en el aeropuerto hasta que nos aburrimos y llegaron cuando nadie los estaba esperando (risas).
Yo entro a una estación y me emociono, aunque vaya por motivos burocráticos. Hemos también despedido a tantos amigos que han pasado por aquí. A través de amigas italianas y chilenas que ya residían en Italia, acerca de las cuales podríamos hablar horas, hemos también conocido mejor Roma, Nápoles y otros lugares y aspectos de Italia. Para nosotros ha sido esencial incorporarnos a la vida en este país, sentirlo nuestro en alguna medida.

LUCHO: Muchos exiliados tienen una opinión pobre del país en el que viven. En muchos casos la idealización de Europa que existe en Chile fue rápidamente destruida y reemplazada por un profundo escepticismo. En cambio, a los que viven en Italia los veo como una excepción. Todos parecen encontrar aquí algo que admirar.

TOÑA: Yo tengo la sensación de que Italia ha sido para nosotros el mejor país para vivir un exilio. Ha sido lo menos agresivo, lo más acogedor. Y porque llegamos en un momento muy favorable, rodeados de solidaridad.

MARCELA: Mi experiencia es similar. Muchos chilenos que viven en otros países se quejan sin cesar de la gente, del clima, de las costumbres, etc. Italia nos rodeó de cariño, sobre todo al grupo. Y donde uno se encuentre, siempre hay algo que aprender, incluso de los defectos.

TOÑA: Un episodio interesante de contar es el de los "tés bailables" (risas). En los primeros tiempos teníamos muchas actividades de la solidaridad, sin embargo éramos mujeres jóvenes que pasábamos solas la mayor parte del tiempo. Para hacernos momentos agradables, a veces íbamos a la playa juntas con los dos niños que teníamos o nos juntábamos en alguna casa y tomábamos té y bailábamos (risas)... Hacíamos coreografías. Marcela, Irene y yo habíamos sido alumnas de baile en la Casa de la Cultura de Ñuñoa, pura casualidad (risas).

MARCELA: Nosotras armamos un grupo de baile folklórico llamado "Víctor Jara", con los niños de los exiliados, recorríamos Italia haciendo trabajo de solidaridad y pintábamos murales en el escenario durante los conciertos de los Inti.

LUCHO: Yo me he dado cuenta de que las casas de Uds. se han convertido en focos de convergencia de artistas, escritores, personalidades políticas, etc. de paso en Roma...

MARCELA: Sí, todas nuestras casas. Hemos tenido muchos huéspedes distinguidos e interesantes. Y por otra parte, viviendo en Roma, tenemos la posibilidad de juntarnos y conversar con personalidades italianas, chilenas y de otros países. Hemos conversado con Marcello Mastroiani, que es un hombre de una modestia increíble y extremadamente inteligente. El tiene un gran cariño por Chile y ha participado en actividades solidarias.
También hemos estado en reuniones con el Cardenal Silva Henríquez y hemos tenido en casa, entre muchos otros huéspedes, a Joan Turner, Isabel Parra, Gabriela Pizarro e Isabel Aldunate, por quienes siento un particular afecto.

LUCHO: ¿Qué esperas de tu eventual regreso a Chile?

MARCELA: Volver con gran humildad a aportar en lo que pueda, ojalá profesionalmente. Poder insertarme en la complicada realidad del país y observar. Quisiera que el fin del exilio coincidiera con el fin de la dictadura, para poder pasear sin miedo por las calles.

LUCHO: ¿Tú no tienes la duda, Toña, de que puede ser que Chile no te necesite?

TOÑA: Sí. Yo no doy por sentado que Chile me necesite. Creo que es posible que yo encuentre un espacio para hacer lo que quiero, que es básicamente trabajar en mi profesión. Sigo teniendo esa aspiración, pero creo que Chile no necesita a individuos en particular. Y hay mucha gente que ha estado allá todo este tiempo, que tiene toda una experiencia acumulada de la que nosotras carecemos. Para nosotras el exilio es un doble castigo, porque nos va a costar recuperar un espacio propio.
Pero hay una dicotomía en la actitud de la gente en Chile hacia los exiliados. Algunos te acogen con cariño y esperan mucho de ti, pero otros te miran con desconfianza, como si temieran que tú vas a llegar con arrogancia, tirando pergaminos y exigiendo posiciones. Nada puede estar más lejos de nuestras intenciones. Creo que va a ser necesaria una gran paciencia de ambas partes para rearmar este puzzle que se nos desarmó. La arrogancia de ninguna de las partes puede ayudar. Fraternidad, solidaridad, son valores que tenemos que redescubrir junto a los que han permanecido en el interior.






 
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