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LA REVOLUCIÓN Y LAS ESTRELLAS

LA REVOLUCIÓN Y LAS ESTRELLAS

por Eduardo Carrasco 

"No arrojes al héroe de tu alma". Esta frase de Nietzsche se comprende en su sentido más profundo, cuando uno ha vivido una derrota. Entonces, pareciera que todo lo que uno ha creído verdad, todos los motivos que nos han entusiasmado, todas las energías que han puesto en marcha nuestros deseos de vivir o de luchar, hubieran caído por un despeñadero, haciéndose trizas y apagándose para siempre. Uno lanza una mirada hacia el pasado, y todo parece contagiado con el error que ha dado por el suelo con el mundo que hasta hace un momento estábamos trabajosamente construyendo. El futuro parece vacío, sin metas, sin estrellas. ¿De dónde sacar fuerzas ahora para creer en algo? ¿Qué ha quedado en pie después de la hecatombe? Por lo general, y esto cualquier historiador lo sabe, los pueblos se demoran decenios, y a veces, hasta siglos, para volver a echarse a andar.

Nosotros, que durante toda nuestra trayectoria hemos vivido como protagonistas de un movimiento histórico en ascenso, seguimos apegados a la idea, según la cual, aquello que ayer generó una época en la corta vida de nuestro pequeño país, sigue aún en pie. Nos cuesta enfrentarnos con la muerte real, no aquella que elimina los hombres, sino aquella que borra los horizontes, cambia las leyes del juego, se apodera de los espacios del porvenir. Pero la realidad es otra; los mismos móviles que ayer tuvieron una vigencia incuestionable, hoy día yacen por tierra, sin capacidad convocatoria, sin poder engendrar nada, como si el tiempo los hubiera borrado o los hubiera vaciado de su sustancia. Aunque aparentemente todo siga igual -porque las fuerzas políticas que sustentaron esos ideales siguen existiendo y su acción sigue produciendo acontecimientos periodísticos- la verdad es que un ciclo se ha cerrado, y la acumulación de fuerzas nuevas, que movilizarán la historia del mañana, recién está comenzando. En la historia, los movimientos sociales pierden su vigencia muchos años antes de periclitar completamente, hay una inercia que los mantiene en vida todavía algunos años, hasta que su declinación se hace evidente. No todos los fenómenos sociopolíticos pertenecen al mismo tiempo, aunque coexistan en esa extraña maraña de acontecimientos que confusamente llamamos, "presente".

Para nosotros, artistas que acompañamos al movimiento social chileno, entre los años sesenta y setentaitrés, y que de alguna manera estamos identificados con esa historia concreta, el gran peligro está en cerrarnos a las energías emergentes, y hundirnos, periclitando con las fuerzas del pasado, que pugnan por mantenerse vivas. Identificarse con una historia, encierra el peligro de "pasar a la historia", es decir, de encerrarse en la jaula del tiempo, y quedar, no como un ser vivo, creándose, sino como un testimonio todavía viviente de algo que pertenece al pasado. En nuestro caso concreto, cantantes del período fenecido, el de la Unidad Popular.

Esta es la gran trampa en que muchos han caído. En ellos, la energía creadora no ha sido suficiente como para atravesar esta valla que pone el tiempo, y salir adelante hacia la próxima ilusión, hacia el futuro sueño que irremisiblemente tendrá que venir. Probablemente, éste no será ni más poderoso, ni más verdadero que el anterior, porque tendrá que tener en cuenta la carga de escepticismo que implica una experiencia fracasada, pero lo que importa es que, inserto en él, se encuentre la verdad de la que eran portadoras las fuerzas que animaron el pasado.

Porque ninguna experiencia histórica es un error absoluto, ninguna concentra en sí el fracaso total de sus propias ilusiones. Aunque la catástrofe incite a los más débiles y superficiales a pensar las cosas como si nada fuera salvable y todo tuviera que empezar de nuevo, lo cierto es que, aun en las épocas más desgraciadas de la humanidad, hay una verdad escondida. Es ésa la que el artista o el filósofo deben aprender a sacar a luz, para que la historia sea continuidad y no ruptura.

Un golpe como el chileno empuja a pensar las cosas en términos de rupturas radicales, induce a concluir que la Unidad Popular y todo lo que la rodea no fue más que un espantoso error, frente al cual, lo único sensato sería personalizar a los culpables del desastre y ponerlos ante el tribunal de la historia. Después de este acto de limpieza, se trataría de comenzar todo desde cero, olvidando para siempre los detalles del bochornoso período. Pero la historia es irrevocable: sólo escucha a quienes veneran el pasado, y éstos son los que saben hilar con el hilo invisible y secreto de la conciencia nacional, los que saben unir el presente con el pasado, para así abrir los caminos del futuro desde lo propio y hacia lo propio. Lo que hace el hombre es una cosa, lo que hace la historia es otra: ambas acciones sólo coinciden en los momentos más felices de la vida de un pueblo.

Para nosotros, chilenos, el golpe sólo ha hecho más difícil esta tarea ineludible de encontrar estos puentes, pero de ninguna manera la anula: lo que vivimos, incluso en sus excesos, incluso en sus errores y desaciertos más ostensibles, encierra una verdad que será imprescindible rescatar. Durante esta época de la Unidad Popular, el pueblo chileno no movilizó sus energías históricas en vano, el ímpetu que lo hizo despertar y escribir páginas gloriosas de su historia social, no fue una pura siniestra autoequivocación. Las esperanzas que un día se concentraron en la palabra mágica "revolución", la cual movió a cientos de miles de chilenos, bajo las consignas democratacristianas en 1964, y bajo las banderas de la Unidad Popular en 1970, no eran direcciones falsas, había en ellas una verdad, a la que no es necesario renunciar. Lo que fracasó en el golpe, lo que los militares lograron destruir, no fue esta dirección de nuestra historia hacia la democracia y hacia la libertad, sino, en ambos casos, una versión unilateral de ella, dos de sus posibles realizaciones parciales. Esto no quiere decir que en los proyectos de la Democracia Cristiana o de la Unidad Popular no hubiera ya errores, no hubiera pronunciamientos a revisar, estrechas concepciones de Chile, de su sociedad, de la realidad latinoamericana, de las fuerzas operantes en el mundo y de nuestro propio destino histórico. Pero los pronunciamientos políticos son precisamente expresiones de una orientación más profunda, le dan cuerpo teórico o programático a una tensión histórica que subyace a lo que simplemente pasa, a aquello cuya supervivencia, en el trasfondo de los acontecimientos, explica el porqué de estos proyectos, el por qué de su fracaso, y al mismo tiempo, señala hacia los nuevos pronunciamientos posibles. Cuando se habla de "izquierda" o de "derecha", por ejemplo, se hace alusión a este proyecto de trasfondo, que es el que cada partido intenta interpretar y canalizar en su favor, sin que por ello, éste quede nunca enteramente o cabalmente formulado. Dicho esto, podemos afirmar que el lenguaje más fiel al proyecto subliminal de la izquierda y del centro en Chile, de la gran masa de los chilenos qué querían una revolución democrática, fue el de Frei, en un momento, y el de Allende, en otro, por encima, y muchas veces, a pesar de los pronunciamientos de los partidos que apoyaban o decían apoyar a estos dos políticos. Este proyecto subliminal de cambios, de anhelos de justicia, de deseos de democracia y libertad, es lo que un artista como nosotros, que se define por su fidelidad a la marcha de su pueblo, debe aprender a sacar a luz.

Para nosotros, en lo concreto, la frase de Nietzsche, "no arrojes al héroe de tu alma" quiere decir: mantén tu fidelidad a aquellos ideales que un día inspiraron tu canto. Si tu canto fue épico y fiel expresión de un momento épico de tu pueblo, aprende a desentrañar la verdad contenida en tal mensaje, aunque las políticas de los partidos o de los movimientos sociales concretos hayan sufrido un traspié. El arte no es, ni puede ser, verdadero o falso, pues siempre está a la búsqueda de encender la raíz de una verdad. Cuando un impulso histórico se hace canto, es porque contiene en sí un rayo generador de luz, y aunque la idea política que intenta responder al mismo impulso se revele históricamente falsa, queda siempre la energía hecha poesía, que no para de expandir la esperanza que le dio vida. Volver a la esencia de nuestro canto, para buscar de nuevo allí la revolución, es lo que nosotros hemos intentado hacer a partir del fracaso de la Unidad Popular y de nuestro alejamiento del Partido Comunista de Chile.

Esta revolución no puede ahora ser la misma que pensábamos estar construyendo durante esa época, pero se mantiene fiel al proyecto histórico del pueblo de Chile, el cual no ha sido, ni será jamás, descartado, porque es lo que lo ha hecho existir desde que éste se ha echado a andar. Si las cosas no fueran así, en la historia, siempre todo se perdería, y a los errores parciales, se uniría el fracaso total y completo de la raíz cultural que le da vida e identidad a las naciones. En esta época de convicciones destruidas, lo más fácil sería decir: todo es y será siempre falso. Mucho más difícil es buscar entre las ruinas, los andrajos de luz que el tiempo nos ha dejado, y comenzar a construir con ellos, una nueva ilusión para mañana.

Yo conocí a Matta en mayo de 1979, en Torum, Polonia, durante un foro sobre la cultura chilena, organizado por las autoridades polacas, y en el cual, como dice el titulo de la canción, "participaron connotados intelectuales". Entre ellos, se encontraba también Julio Cortázar, de quien siempre guardaremos un hermoso recuerdo. A él lo habíamos conocido mucho antes, casi a nuestra llegada a París, en 1973, y durante largo tiempo mantuvimos con él una amistad algo lejana pero profunda. A veces almorzábamos juntos, en algún restaurante parisino, para intercambiar opiniones sobre la situación política latinoamericana, pero sobretodo, nos encontrábamos en todos los actos de solidaridad con nuestros pueblos que tenían lugar en París. Además, él nunca faltó a nuestros conciertos importantes. Creo que escribió sinceramente las pocas palabras que sintetizan su pensamiento sobre nosotros, las cuales sirvieron de presentación a nuestro programa en el teatro de Barrault en 1975.

Siempre nos quedamos esperando una ida al Estadio juntos, que nos teníamos prometida cuando viniera un equipo de fútbol argentino o chileno a Francia. Nos produjo una gran tristeza su muerte, en 1984. Pocos meses antes, lo habíamos visto abrazando a los amigos que lo habían acompañado al cementerio a despedir a su mujer, muerta por una extraña enfermedad, contraída en Nicaragua en una de sus visitas: entonces, nos había parecido un hombre acabado por el dolor. Sólo fue capaz de vivir algunos meses más, el tiempo necesario para arreglar algunas cosas y partir para siempre a encontrarse con su amor. Antes de morir, nos concedió la máxima condecoración que él daba: en su libro "Un tal Lucas", en el que él intenta mostrar su cara cotidiana, nos nombró, "redomados Cronopios", que debe ser uno de los más altos honores que se nos haya concedido. A pesar de sus veintitantos años fuera de su país, se mantuvo argentino hasta en los suspiros. En cuanto volvió la democracia a su país, se fue a dar una vuelta a Buenos Aires. Después de tantos encuentros en las manifestaciones de París, tuvimos la suerte de verlo, por casualidad, en nuestro viaje a la Argentina de 1983. Nos quedará siempre de él esa imagen luminosa: un gran abrazo en plena calle Corrientes, en el lugar donde siempre deberían haber sido, una sonrisa bajo el sol primaveral y chau, se echó a andar con su imponente estatura de hombre de esos tiempos nuevos.

Pero volvamos a Matta. Me impresionaron de inmediato su libertad de espíritu, su actitud provocadora y su deslumbrante inteligencia. Era un tipo excepcionalmente divertido, de esos con los cuales uno no puede estar un minuto sin echarse a reír: sus chistes le sacaban chispas a cada situación, y demostraban una fuerza de imaginación y una reconciliación con la vida, que yo nunca antes había presenciado. En sus payaserías, había siempre una profundidad escondida, su motivación no era solamente hacer reír al auditorio, había en ellas una astucia que denotaba profundas observaciones acerca de la vida y el arte, y un afán de despertar al interlocutor hacia posibilidades no consideradas, de abrirle ventanas hacia el otro mundo. A diferencia de la mayor parte de los que estaban en esa reunión, que lo tomaron seguramente por un loco divertido, yo agucé mis oídos y aproveché todos los momentos que se me presentaron para acercarme a él y tomar nota de sus conversaciones. Recuerdo perfectamente la primera de ellas, en la cual me hacía recomendaciones para cagar: "Hay que saber cagar, me decía seriamente, si tú no aprendes a cagar bien, estás perdido. Para lograrlo, tienes que concentrar en tu intestino todo lo que no te sirve. Sólo cuando estés seguro de que ya no queda mierda corriendo por tus venas, ni por tus nervios, ni por tus vasos linfáticos, sólo entonces, tienes que deshacerte de tu mojón. Cagar es un arte difícil, decía, sólo unos pocos lo logran. Guardarse la mierda y acarrearla a todos lados durante el día, es lo más peligroso que puede haber, puedes ser infeliz tú y hacer infelices a los demás. Por eso, tienes que sentarte cómodamente en el excusado y despojarte laboriosamente de todo lo que no te sirve, tienes que aprender a botar hasta la última minucia de mierda. Si no te fijas bien, la mierda se te va a ir a la cabeza y pasarás un día como la mierda, con la cabeza llena de mierda y enmierdando a todo el mundo. Mi doctrina es: caga bien, caga tranquilo y caga todo".

Yo nunca he tenido grandes problemas con mi mierda, pero encontré que sus enseñanzas eran sabias, y su discurso me interesó mucho más, que las aburridas loas que otros oradores lanzaban a diestra y siniestra, embadurnándonos los oídos con melifluos adjetivos y con insoportables lugares comunes acerca de la "cultura chilena". Frente a esta retórica antigua y vacía, el delirio de Matta era un regalo. Cuando le tocó el turno de hablar, todas los azúcares se deshicieron y durante unos momentos bajó el espíritu santo hasta nosotros. La verdad centelleante y desnuda de su verbo nos dejó maravillados. Hablaba medio tartamudeando, equivocándose al leer, pero daba en el blanco con cada frase, demostrando que la verdadera elocuencia está en la imaginación descubridora, y no en el palabreo fácil de cacatúa. Todavía tengo guardado su discurso, firmado por él con los tintes de un clavel rojo tomado de un florero, por no haber podido encontrar rápidamente una lapicera.

Más adelante, lo fuí a ver a Londres, para pedirle que nos hiciera algún dibujo para la presentación de la edición francesa de la "Cantata Santa María". Nos hizo seis pasteles hermosísimos con el tema de la violencia histórica en América Latina, algunos de cuyos detalles servirían después para la decoración del programa de Chancel. Pero de este viaje surgió algo más importante que todo eso: una amistad verdadera y profunda, y un diálogo que no se ha interrumpido desde entonces, y que explica la enorme influencia que su espíritu y su pensamiento han tenido en nosotros. Si conocer por primera vez a Matta fue una alegría y un descubrimiento, su amistad ha sido una fantástica aventura, en la cual, conversando y conversando, hemos desentrañado formidables enigmas, que probablemente no le interesarán a nadie fuera de nosotros, pero que nos han deparado la maravillosa sensación de haberlos comprendido instalados en la luna. Una idea feliz, surgida al comienzo de nuestra amistad, me sugirió grabar algunas de estas conversaciones, en las cuales hablábamos del arte, del artista, de la sociedad y de la historia, de modo que hoy día, decenas de cassettes, grabadas casi todas en la casa del Boulevard Saint Germain, me permiten reconstruir paso a paso la historia de nuestros diálogos. Algunos de ellos, han sido publicados como entrevistas, en la Revista de Literatura Chilena, editada en Los Ángeles, USA, por el poeta chileno David Valjalo.

Para nosotros, la importancia de este encuentro está en que Matta era portador de una experiencia histórica que respondía muy perfectamente a nuestras preocupaciones. Esta es, lo que se ha llamado, buena o malamente, "surrealismo", y que es lo que, en último término, define su arte y su pensamiento.

A nuestro país, el surrealismo llegó como una moda literaria más, proveniente de Europa, la cual nunca llegó a tener influencia, más allá de ciertos círculos intelectuales. El movimiento social chileno permaneció sordo a las ideas vanguardistas de estos artistas, a pesar de que en nuestro país, los surrealistas llegaron a formar uno de los grupos más activos de América Latina. Reunidos en torno a una publicación, la revista Mandrágora, estos surrealistas criollos protagonizaron varios acontecimientos de importancia en el ambiente artístico, aunque no fueron capaces de salir del aislamiento elitista intelectual: o el momento histórico no fue propicio para ello, o las polémicas que desataban, estaban demasiado fuera de los intereses de las fuerzas políticas, las cuales, ya entonces, a fines de los años treinta, comenzaban a ocupar el centro de todos los debates.

Fueron otros los poetas que se vincularon con el movimiento social, Neruda, a la cabeza de ellos. Por eso, todos los esfuerzos del surrealismo chileno por hacerse escuchar, quedaron como una serie de impetuosas, pero inútiles provocaciones anarquizantes. Una demostración de esto, es el incidente causado por Braulio Arenas, cabeza del movimiento, cuando éste, durante una lectura poética de Pablo Neruda, saltó sobre el escenario, y arrebatándole el escrito, lo rompió en mil pedazos, en presencia de todos los espectadores. Estas defensas de los fueros de la poesía, se hacían de manera demasiado unilateral como para poder abrirle paso a un entendimiento con las fuerzas políticas. Esto último es lo que trataron de hacer los surrealistas franceses, con algunos buenos resultados. Pero además, la época estaba demasiado ideologizada, y el estalinismo imperaba en los medios revolucionarios. Como las preferencias de los surrealistas, por influencias de Breton, iban más por el lado del troskismo que del comunismo ortodoxo, su alegato por la libertad de la poesía quedó postergada hasta mejores tiempos, aunque su influencia literaria y formal fue considerable. El propio Neruda, que nunca quiso reconocer influencias de los vanguardismos europeos, evidencia en su lenguaje sus asiduas lecturas de la poesía francesa, la cual se hizo presente en su manera de decir, desde sus comienzos de poeta.

Para comprender bien estas confrontaciones y tendencias, habría que hacer un minucioso trabajo histórico-literario, que no es nuestro objetivo, pero es importante señalar desde ya, que el surrealismo siempre ha sido una teoría muy desarrollada de la experiencia estética, en cambio, las respuestas que dieron sobre esto los artistas más cercanos al movimiento social, nunca alcanzaron una gran profundidad. La propia poesía de Neruda rebasa los marcos de su comprensión ideológica: nuestro gran poeta, con todo su descomunal talento literario, nunca fue un teórico a la altura de sus creaciones, y sus críticas a la metafísica o a los vanguardismos, expresadas en conferencias, entrevistas y poemas, no dieron cuenta cabal de la esencia de su propio impulso creador, el cual, muchas veces estaba más cerca de los románticos alemanes, de quienes él quería huir como de la peste, que de la poesía materialista defendida en sus pronunciamientos. Esta incoherencia no tiene nada de raro en un país como el nuestro, enfermo de ideologismo y de falsas teorizaciones, y en el cual, en los ambientes literarios siempre han predominado los sectarismos, las unilateralidades y la intolerancia.

Por otro lado, ya hemos señalado la ceguera política -por ceguera política no entiendo una equivocación en sus reivindicaciones, sino la incapacidad de elaborar una estrategia para introducir sus ideas en el movimiento social- de los artistas que se reclamaban del surrealismo. Entre ambas cegueras se ubica ahora la lucidez de Matta. A diferencia de nosotros, que llegamos a la idea de un arte político partiendo de una conciencia predominantemente política, es decir, que tratamos de hacer el camino que va desde la política hacia el arte, él había recorrido el itinerario en sentido inverso, y su experiencia le había dado a su obra una extraordinaria consistencia. Su paso por el troskismo, no había tocado la especificidad de su arte, y se había mantenido en posiciones independientes y no partidistas, aunque contribuyendo siempre con su hacer, a las causas libertarias y revolucionarias. Esta posición, que a nosotros, cuando estábamos en Chile, nos hubiera escandalizado por su "irrealismo", era en realidad la única manera de salvar la causa del arte, entrando en la revolución, pero sin desviar el camino. Lo más importante de su intento, provenía de una conciencia extraordinariamente profunda de su cometido de artista, saber que él expresaba con su original manera de decir, como si estuviera contando chistes. En su juventud, había tenido la oportunidad de conocer a Federico García Lorca, quien le había aparecido como un ejemplo de cómo ser artista, para no quedarse en un mero ejercer. En el gran poeta español, el arte era más que un quehacer de oficio, un verdadero impulso vital, no sólo un escribir poemas o un inventar puestas en escena u obras de teatro. García Lorca era una prodigiosa fuerza natural, que contagiaba con su entusiasmo a todo el que se le acercara. Es sobretodo este poder de amar la vida, esta constante de ingeniosidad y fantasía, lo que hizo comprender a Matta, dónde estaba realmente la esencia del arte, y su función en la vida humana, cuál era en definitiva su rol, qué luces tenían que encenderse dentro de su alma, para avanzar hacía una creatividad sin imposturas.

Pero esto mismo es lo que nosotros vimos en Matta, un poeta en acto, un creador que no detenía su delirio en ningún momento, un profesional, no de la pintura, sino de la inspiración, una hoguera de la que saltaban chispas hacia todos lados, aparentemente, un bufón, que no paraba de hacer reír a su auditorio, en realidad, un pensador profundo, cuya inteligencia superaba las tragedias, y traspasaba cada cosa hacia su sentido, para mostrarla en su esencia. Más adelante, cuando fuimos capaces de adentramos en su obra pictórica, pudimos constatar, que toda su genialidad provenía de esta libertad iluminadora, y que sus cuadros, no eran otra cosa que testimonios diferentes de esta síntesis, perfectamente lograda, entre vida y arte.

No vamos a intentar aquí resumir su pensamiento, pero sí es importante enunciar algunas de sus ideas que más nos impresionaron. Para esto, lo mejor será darle la palabra a él mismo, reproduciendo su intervención a un Congreso de Intelectuales en La Habana, que tuvo lugar en 1968. Esta larga cita cumplirá el propósito de dar a conocer un documento importante, que hasta ahora sigue prácticamente desconocido en nuestros medios culturales. Dice así:

"Entiendo que así como la Revolución es una empresa colectiva en el plano social, es también un proceso que debe verificarse en el interior de cada individuo. Para los intelectuales y artistas, para todos los hombres, considero que esta revolución personal es enteramente necesaria, y, muy especialmente, si ese intelectual, si ese artista, es consciente de pertenecer a un mundo que se encuentra en la compleja etapa de la construcción de una nueva organización social, en la cual, la Formación Integral debería tener una importancia de primer orden".

"En mi opinión, no se trata sólo de estar con la revolución, sino de ser revolucionario. Y ser revolucionario implica, claro está, ser libre, o luchar consecuentemente por alcanzar la libertad. Así como los pueblos se liberan mediante la lucha contra la opresión política y económica, los individuos sólo pueden liberarse mediante la lucha contra sus tiranos interiores: la hipocresía, el miedo, los prejuicios, los intereses creados, la falsa autocrítica, las ideas convencionales y esquemáticas, es decir, todo eso que forma el ejército invisible (a menudo mercenario) contra el cual las guerrillas interiores habrán de emprender la lucha por la libertad creadora. Mientras más conciencia, más luz. Mientras más luz, más conciencia".

"Para que de hecho se produzca una revolución en la cultura, debe producirse una revelación, deben ponerse en evidencia todas las posibilidades del hombre. Tener un alto sentido de la responsabilidad, no quiere decir, practicar la autocensura sistemáticamente. En el campo de la imaginación se precisa ser tan aguerrido como en el campo de batalla. Los constructores de un mundo nuevo, tanto en el plano social, como en los planos, cultural, intelectual y artístico, se caracterizan por la generosidad, por la entrega al trabajo, pero también, por la osadía, por la capacidad de asumir con el coraje suficiente los riesgos que supone todo acto creador y renovador, toda revolución verdadera".

"Y no es este un problema que interese solamente al poeta. Yo creo que todo hombre verdadero es un poeta, que un hombre integral tendría que ser un poeta, porque poesía no quiere decir otra cosa que aferrar más realidad, y, si es posible, toda la realidad. Al fin y al cabo, un intelectual, un artista, sólo se diferencia de los otros hombres, por ser capaz de vivir con más intensidad su experiencia del mundo, no quedándose solamente en los hechos, sino también explorando la imaginación. Estimular la imaginación creadora del pueblo, crear las condiciones para que todos tengan acceso a la cultura verdadera (más que a la acumulación de conocimientos, a la interpretación, a la apropiación de esos conocimientos en profundidad), será la meta de un proceso revolucionario verdaderamente fecundo en el campo cultural. Un hombre forjado de ese modo, será un hombre integral, es decir, aun cuando su oficio no sea específicamente hacer poemas".

"El arte no es un lujo, es una necesidad, y así como en el terreno social la revolución se enfrenta a problemas nuevos y encuentra nuevas vías para resolverlos, en el terreno de la creación artística y el trabajo intelectual, una imaginación realmente creadora se propondrá también la solución de una problemática siempre renovada, y encontrará los medios de investigación y expresión que resulten adecuados para resolverla".

"El arte es el deseo de lo que no existe, y a la vez, la herramienta para realizar ese deseo".

"Yo espero que este congreso, no sólo cumpla con la innegable necesidad del acopio de información y el intercambio de opiniones que a nosotros, intelectuales y artistas nos son tan caros. Espero más aún: que se ponga en discusión, hasta qué punto, del triunfo de nuestras guerrillas interiores, dependerá que nuestra gestión sea fecunda y que un hombre integral, un poeta, un hombre nuevo, pueda convertirse en realidad".

Leyendo esto, se comprende fácilmente, hasta qué punto nosotros pudimos reconocernos en estas ideas. Lo importante es que ellas, aparentemente revestidas de un carácter utópico y poco realista, son una respuesta concreta para un artista que quiere definirse como revolucionario, pero manteniendo, a la vez, una estricta fidelidad con la esencia del arte. Frente a las posiciones instrumentalistas, que sacan al artista de su labor específica y entienden su trabajo únicamente como una contribución propagandística, Matta entrega una posibilidad de ser revolucionario, revolucionando y revolucionándose a partir del arte mismo, explorando en las propias aptitudes constructivas del arte, sin necesidad de entenderlo como actividad "al servicio de la revolución", como nosotros equivocadamente lo comprendimos durante tanto tiempo. La idea aparentemente simple de que el arte es revolucionante por sí mismo, es un acierto de proporciones, que hace posible una reapropiación de la tradición humanista, dejando definitivamente de lado el clasismo de todos los análisis que sobre estas cuestiones se han hecho desde el marxismo. Las calificaciones de "arte burgués" y "arte proletario", que todavía siguen haciendo estragos en los procesos revolucionarios, pasan a ser determinaciones estrictamente sociológicas, recuperando el arte su independencia con respecto a cuestiones ideológicas o políticas.

Seguramente, si nosotros no hubiéramos hecho nuestro propio camino, incluyendo sus desaciertos, no hubiéramos reparado en la verdad contenida en los pronunciamientos de Matta, hubiéramos pasado de largo con una sonrisa complaciente frente a estas frases que nos hubieran parecido teorizaciones que ignoraban las tesis más elementales del marxismo. Sólo la experiencia de nuestros propios errores, nos permite ahora ver en ellas una correcta solución a la necesidad de unidad entre arte y revolución. Por esta misma razón, las críticas a nuestro politicismo, provenientes de gentes que siempre fueron apolíticas, o de los eternos desilusionados o frustrados de la historia, a nosotros no nos sirven de nada.

Estos formidables generales después de la batalla, sólo son capaces de ver los errores, y no los aciertos: si no avanzamos hacia nuevas síntesis, todo se pierde en el vacío, y lo vivido se enreda en un tiempo sin memoria, del cual ya no es posible salvar nada. Una historia tiene que ser la historia de un camino, de una dirección que da sentido, la cual, aun si es provisoriamente abandonada, podrá, más adelante, ser retomada por los que se entusiasmen de nuevo con sus metas. De ahí, que a partir de una revisión de nuestra experiencia, y tomando en cuenta las luminosas proposiciones de Matta, nosotros comenzamos a reformular nuestras ideas, en el programa que bautizamos, "La Revolución y las Estrellas". El espíritu de Matta ha entrado en nuestros conciertos, y ha llegado a través de canciones y poemas, a miles de gentes de diferentes países, que han estado en nuestro itinerario. Desde 1979, todas nuestras actuaciones terminan con el discurso de Matta, y aunque en el resto de nuestro repertorio no siempre esté presente su palabra en forma directa, la dirección de nuestro canto la lleva implícita, desde el momento en que lo que buscamos ahora es más una experiencia poética y una afirmación de los poderes constructivos de la imaginación, que una simple exposición escénica de nuestras ideas. Así como se habla de "conciencia de clase", queriendo dar a entender con esta expresión, la asunción de la propia situación en el conflicto social, nosotros podríamos afirmar que el encuentro con Matta nos dio una conciencia de artistas: somos ahora más conscientes de nuestra responsabilidad social como creadores, y hemos abandonado definitivamente el pensamiento ingenuo de que los artistas debemos postergar nuestras utopías, ante las exigencias que vienen del movimiento social. Ni el arte por el arte, ni el arte al "servicio de la causa": el arte construyendo la sociedad, consciente de sus poderes y responsable ante el dolor humano.

Nuestro tema ha sido siempre el de andar buscando la síntesis entre arte y revolución. Hemos transitado, desde la conciencia más ingenua de un revolucionarismo desesperado, hasta el saber más maduro de nuestro propio poder creador. El encuentro con Matta ha sido el último hito indicador en este camino, pero no está excluido que la cosa tenga todavía otras etapas, y que también esto que nos parece hoy día un logro, tenga que ser mañana superado; no importa cambiar, si al cambiar, se va creciendo y uno se va acercando a sí mismo, si vamos salvando aquella energía original que nos hace ser lo que somos. La fidelidad a sí mismo no está en el inmovilismo, que renuncia a la vida por defender la idea, sino en el aprender a nadar, para salvar lo poco de verdad que queda después de este naufragio, que es siempre la historia.

Con Matta hemos hecho muchas cosas. En septiembre de 1983, lo acompañamos a Barcelona, para el "vernisage" de su gran exposición organizada por el Ministerio de la Cultura español. Como todos los espíritus democráticos de su tiempo, horrorizado por los crímenes del franquismo, él había eludido todo viaje a España, hasta que soplaran allí otros vientos. La ocasión por fin se presentó en esta fecha, y la obra de Matta por fin pudo atravesar los Pirineos. Como el evento se prestaba para una gran celebración, decidimos hacer coincidir esto con una gira nuestra, para estar presentes en el día de la inauguración. Junto con Rafael Alberti, antiguo amigo del pintor, desde los tiempos de Italia (e incluso desde antes, desde las tertulias literarias en la casa del embajador de Chile en España, pariente de Matta, antes de la guerra), hicimos un pequeño recital de poemas y canciones para el acto de apertura. Alberti leyó algunos poemas suyos, escritos en la propia casa del pintor, en Tarquinia, con el tema de los "Destacagados". Por nuestra parte, nosotros habíamos preparado algunos sonetos clásicos, de los cuales les doy una muestra:

Mattamatemos lo que Matta mata
para que viva lo que vivo vive
y vivientes, vivamos en declive
hacia la mata que da vida Matta.

He aquí la Mattafísica de Matta
Mattemática aguda, e inclusive,
Gramáttica de todo lo que vive
que Matta lo que a sangre y fuego mata.

¡Ven a mattar el hierro que te mata!
¡ven a matar con limpio mattapiojo
al piojo que le esconde luz al ojo!

¡Ven a volverte loco de rematta,
¡ven a matar tu fúnebre despojo!
¡ven a matt-arte con un Matta-antojo!

Terminamos la fiesta en un restaurante del barrio gótico. De esta velada, quedan algunas fotos divertidas: Matta cagándose en el alma de la guitarra, Matta, como locomotora, haciendo chucu-chucu con el bastón, y nosotros, detrás, en fila india.

A veces, Matta tiene ideas musicales. Siempre se trata de cosas urgentísimas. Un día me pasó un texto, y tuve que hacer rápidamente una salsa para enviarla a Cuba. Se trataba de un homenaje a Haydée Santamaría, del que quedó una grabación que anda por ahí perdida. Fue más complicado, cuando me pidió que participáramos en la apertura de la exposición del nuevo museo de Lille. Allí, se iba a exponer su obra, "El gran Burundú Burundá ha muerto", basada en el cuento del poeta venezolano, Jorge Zalamea. A Matta se le ocurrió que teníamos que hacer algo musical, y un día, me llamó por teléfono para anunciarme la buena nueva: "tengo todo arreglado, me dijo, tienes que hacer una ópera para este jueves en la tarde, la presentaremos en la exposición. El Ministro está de acuerdo". El embrollo en que me vi metido fue tal, que me lancé inmediatamente a componer. No salió una ópera, pero sí, una canción basada en la Adefesia, de Alberti, un poema contra los dictadores, que trata, a su manera, del mismo tema del Burundú.

Nosotros lo metimos a él en un aprieto, cuando en la clausura de nuestra temporada en el Olympia, en junio de 1984, lo llamamos al escenario. A pesar de que odia todo tipo de manifestación pública, lo hicimos subir a la escena, y con la aprobación entusiasta del público, lo obligamos a hacer un discurso. Se acercó a los micrófonos, pidió silencio, muy seriamente, y cuando las aclamaciones se calmaron, dijo parsimoniosamente; A, E, I, O, U.

Otro día, me llamó por teléfono, muy temprano en la mañana. "Tienes, que venir a mi casa inmediatamente, me dijo, se me ha ocurrido una canción, especial para entrar en los Hits parades". El anuncio me pareció estimulante. Salté de la cama y corrí a encontrarlo. Me estaba esperando ansioso. "Mira" - me dijo - "el texto es el siguiente":

"en el patio de mi casa hay un pájaro que, hace: cu, cu, cu, cu, cu, cu, cu",

Como la reacción que yo tuve no fue muy entusiasta, me explicó: "...si, puede que no sea muy original, pero te aseguro que es absolutamente cierto. En el patio de mi casa hay un pájaro que hace así". Después de esta experiencia, hemos tratado de hacer varias canciones de este tipo, pero, hasta el momento, ninguna ha entrado en los hits parades. "Lo que pasa" - dice Matta - "es que como imbéciles somos un fracaso".

La verdad es que él tiene ya varios hits en su vida, uno de los cuales, aunque siempre se haya ignorado injustamente a su autor, es ampliamente conocido en Chile. Se trata del famoso: Puchas Diego, Diego Portales, Portales Concha, Concha de tu madre... etc., etc., escrito en 1929, durante sus estudios de arquitectura, en Santiago de Chile.

La política de Matta es una política de artista, ideas de un inventor de relaciones humanas, más que de un organizador de sociedades, por eso, sus obras son, en el fondo, fuentes energéticas de libertad. Es en ese constante rompimiento con los límites de lo establecido, que reside su fuerza formadora y su influencia hacia la sociedad. Es verdad que en sus pronunciamientos, muchas veces, su pensamiento se ha visto un tanto desfigurado por las influencias sociologizantes y politicistas de nuestro siglo, pero su mérito consiste en no haber renunciado jamás a buscar la armonía entre lo metafísico y lo social. El compromiso político, que atraviesa su obra a partir de los años cincuenta, lo empujó hacia la búsqueda de un nuevo lenguaje formal, por eso, sus denuncias tienen el carácter de críticas al maquinismo y a la deshumanización de la sociedad. Toda su acción social pasa por la pintura, toda su rebelión frente a las injusticias de este mundo se transforma en invención de morfologías libertarias, en las cuales, a través del dramatismo de la forma y el color, se decide sobre el mundo por venir. La lucha en contra de los fascismos, militarismos, reaccionarios, se da en el propio terreno del arte, con las armas de la fantasía y la imaginación.

El surrealismo, en la vertiente que Matta representa, ha influido en nuestra creación y en nuestro discurso, a partir del disco, "Umbral", editado en París, en 1979. El título de este disco fue escogido, con la entera conciencia de que con él, atravesábamos hacia un nuevo momento de nuestra evolución. Por eso, los discos que vienen después ("Darle al otoño", "La Revolución y las Estrellas", "Tralalí tralalá", y el que estamos grabando en este momento) forman con él, una unidad de sentido, en la cual, en muchos aspectos, hemos logrado la culminación de un proceso. Con ellos, nos hemos adentrado en un lenguaje bastante más sofisticado, musical y poéticamente, lo cual ha sido interpretado equivocadamente por algunos, como una falsa intelectualización elitista. La verdad, es que hemos querido llegar hasta los límites de lo popular, por una necesidad espontánea, surgida de un auténtico impulso por ir más allá de lo hecho. No hemos querido repetimos, eso es todo, hemos querido replantearnos siempre el problema de la forma, como si la canción por hacer, tuviera que inventarse completamente. Así, han ido saliendo cosas verdaderamente nuevas, que nos han ido abriendo, a su vez, nuevas posibilidades de evolución.

En este trabajo, hemos contado con la inestimable ayuda de los músicos que han colaborado con nosotros, Gustavo Becerra y Juan Orrego Salas, por ejemplo, pero también dentro de nuestro grupo han surgido nuevas fuentes de creación. La incorporación de Wang y de su música, bastante más avanzada que la que veníamos haciendo antes de su llegada, ha ido contribuyendo a forjar un nuevo estilo. Pero lo importante, es que todo esto ha sido realizado sin rupturas con nuestro propio pasado. Por el contrario, los antiguos lazos han seguido generando nuevas cosas: en el último tiempo, Luis Advis ha vuelto a componer música para nosotros, entre la cual, una hermosa obra dedicada a América Latina, "Los Tres Tiempos de América", que esperamos será recibida con el mismo interés que la ya clásica "Cantata Santa María". Todas estas iniciativas muestran que seguimos vivos y en evolución. Lo que ocurra con estas obras no depende sólo de nosotros, pero es innegable que, a través de ellas, seguimos buscando darle un mayor vuelo a esta empresa, que si no nos sorprende en primer lugar a nosotros, no logrará interesarle a nadie. Mientras tengamos alas, volaremos, y si estas se nos terminan, no nos vamos a parar en una rama a observar el camino recorrido, vamos a darnos todos un apretón de manos, y hasta luego, cada uno para su casa. Esto no ha sucedido todavía, y esperamos que todavía tendremos cuerda para un buen momento: ideas no faltan y ganas tampoco.

Patricio Manns nos ha hecho dos buenos regalos. Uno, es el texto de la canción, "La Vida Total", a la cual nosotros le pusimos música, pasando a ser inmediatamente un clásico de nuestro repertorio. El otro, es haber llegado un día a mi casa con Desiderio Arenas. A partir de ese momento, ganamos un nuevo amigo, amigo verdadero, de esos que siempre andan escasos, especialmente en épocas de "detresse" como la nuestra. Con Desiderio, formidable poeta y músico popular, hemos hecho canciones por docenas, lamentablemente, pocas han visto la luz del disco. Su obra "Ajíes para el orificio", algún día será reconocida en todo su valor, lo mismo, su canción "pa' la Francisca", dedicada a su hija, y que dice por ahí, recordando el momento en que le dieron la noticia de su nacimiento:

¡Una chancleta...!, yo me dije,
...pero ¡qué sensacional!
porque así podrá ser puta,
pero nunca militar.

Hemos grabado su canción a Valparaíso, Wang musicalizó su "Oficio de tinieblas para Galileo" y yo, el "Retrato de Sandino con sombrero". Si no estamos equivocados, nuestros compatriotas reconocerán su talento, si no, estamos todos fritos. Si en este libro hay muchas faltas de ortografía, seguro que es su culpa, porque fue él quien hizo la copia final. Buena suerte amigo, una vez más, que te vaya bien. No, no me olvido de que te tengo que enviar la canción de la gordiflona ninfomanósica...

Este libro es un poco pesado, porque, ni el autor, ni el lector, van a saber en qué termina esta historia. Ojalá que tengamos la suerte de poder realizar todavía muchos de nuestros proyectos. Si no, mala suerte. En el peor de los casos, contarla habrá servido para indicar una dirección. Veamos si podemos resumirla:

Por diversos motivos, que no podemos analizar aquí, la utopía revolucionaria que ha prevalecido hasta ahora en nuestro continente, ha sido una, eminentemente económica y social. Durante demasiado tiempo, se ha vivido en la ilusión de que, satisfaciendo las hambres del estómago, íbamos a poder solucionar todas las demás dificultades fácilmente. A la cultura y al arte, se las comenzó a ver como epifenómenos o reflejos de las condiciones materiales, cuya única finalidad podría, ser entretener a las gentes en sus horas libres, o servir de alimento para aquellos que necesitan consumir erudición y saber. Pero esto ha sido un grave error: sin poesía, el hombre se queda encerrado en la jaula del presente, encadenado a lo que ya es, sin ojos para el devenir, amarrado a este mundo tal cual se nos presenta hoy día, sin poder imaginar un más allá, que supere las contradicciones del instante. La cultura es un sueño constructivo, indispensable para poder vivir, un abrir las puertas y las ventanas de la casa, para que el hombre pueda por fin salir a tomar el sol que la plazca, a pasearse por los jardines que él sea capaz de inventarse y a volar adonde quiera. No sólo de pan vive el hombre, y este otro pan, para esta otra hambre, es tan esencial para el ser humano, que su urgencia no puede postergarse sin distorsionar la vida. El razonamiento, según el cual, hay que ocuparse primero de los problemas materiales, para después pasar a lo "accesorio", la cultura, el arte, etc., es completamente falso, y conlleva una dramática declinación hacia la incultura, la inconsciencia, y como ha ocurrido concretamente en algunos procesos que se reclaman del socialismo, a la barbarie.

Como esta necesidad se olvida a menudo, y se ha olvidado mucho y demasiado en el campo de la revolución, es urgente hoy día, volver a tomar con fuerza la misma idea humanista que subyace en la acción y en el pensamiento de todos los verdaderos revolucionarios. No puede haber revolución en contra de las ciencias: la revolución tiene que ser científica. No puede haber revolución en contra de la cultura: la revolución tiene que ser cultural. No puede haber revolución en contra del arte: la revolución tiene que ser artística. Hay que ponerle a Marx un sombrero lleno de palomas, hay que volver a unir la revolución con las estrellas.

Las estrellas están allá lejos, en el cielo, desde ellas se ve la verdadera dimensión de la tierra, y la de nuestras pequeñas luchas humanas, ellas son el punto de referencia que le sirve a los navegantes para orientarse en alta mar, ellas son también la meta que se ha fijado el hombre, la cual, ya sabemos, nunca habrá de alcanzar. No por ello se detienen los vuelos hacia el cosmos; por el contrario, éstos se hacen cada vez más frecuentes y con objetivos cada vez más osados. Estas ansias de ir más allá, de expandir el espacio de vida de la humanidad, tienen que unirse con los deseos de cambiar la vida, de solucionar los problemas más inmediatos, de conseguir un mundo donde impere la libertad y la justicia. Ni lo social sin lo metafísico, ni lo metafísico sin lo social, ambos unidos en la verdadera síntesis de todo lo que le importa al hombre en su interminable caminar. Ni todas las miserias del mundo podrían hacernos abandonar nuestras aspiraciones más lejanas: cada día vemos a los hombres entregando su vida por conquistar su ideales, sus luchas no se explican solamente por el hambre; la propia sed de justicia social es un ejemplo de ansias de futuro, de fuerza engendradora de porvenir. El hombre no se explica solamente por sus necesidades de acá abajo, sino también por su relación con lo invisible. Es esto lo que le da a su vida una dimensión verdaderamente humana. El hombre come para vivir, no vive para comer, eso significa que obtener las condiciones materiales mejores por las cuales todos luchamos, solamente tiene sentido dentro de un plan mucho más vasto, en el cual estén consideradas todas las verdaderas necesidades humanas.

Estas son las conclusiones provisorias de esta historia, que felizmente, para nosotros, todavía no ha terminado. ¿Hacia adónde vamos ahora? ¿Cómo se terminará nuestro exilio? ¿Seremos por fin admitidos en Chile? ¿Qué ocurrirá con nosotros una vez que podamos volver? ¿El alejamiento habrá roto nuestros lazos con nuestro pueblo, hasta el punto de no poder participar más en la construcción de lo venidero? ¿O es esto venidero nuestra revolución metafísica? ¿Somos ya un momento del pasado? ¿Quedarán nuestros intentos actuales como inútiles devaneos de artistas elitistas que se han apartado de la realidad de su pueblo? Todos estos interrogantes quedan abiertos, y no tendrán respuesta, hasta que se cumpla nuestro itinerario. ¿Pero dónde se cumple lo que nos hemos propuesto hacer? Nadie podría decirlo hoy día. Lo importante es que en nuestra evolución, nosotros hemos tenido la impresión de ir creciendo. ¿Es cierto? Tal vez, pero para hablar francamente, a pesar de todos los obstáculos que hemos encontrado a nuestro paso, seguimos con la idea de que nos queda todavía cuerda para salvar muchos más. Y en cierto sentido, ¿no estamos acaso comenzando? ¿Es que podemos afirmar que este proyecto de la revolución y las estrellas, estos descubrimientos, a partir de las ideas de Matta, ya están cabalmente mostrados en nuestros últimos discos? En realidad, todo lo que hemos hecho no son más que esbozos, tanteos, pequeños pasos en la niebla y la oscuridad de nuestra época. Pero seguimos vivos, todavía podríamos redondear más nuestra idea, seguimos haciendo canciones que nos acercan a ella. No hemos encontrado todavía nada que nos apasione más, que seguir tratando de inventar este grupo musical latinoamericano, con las raíces enterradas en esa torre de Babel, que se llama Chile, y con las ramas abiertas hacia el mundo, un grupo del cual algún día se diga... ¿Quilapayún? ...¿Quilapayún?... ah, sí, esos que intentaron unir la revolución con las estrellas.

¿Error? ¿Verdad? Nosotros lo único que sabemos, es esto:


La luz definitiva
no es posible.
La sombra es el recinto.
Lo oscuro es el designio de la estrella
que suma rayo a rayo la blancura
de todo lo que existe.
La vida es una tregua
y la noche es lo que impera en la materia del relámpago.
El triunfo es del crepúsculo.
El día es ilusión sobre las aguas delirando.
El fuego y el instante son lo mismo.
La patria de los soles es espacio
que se instala en las penumbras de la muerte.
La suma de los astros es igual a lo nocturno.
La extraña luz es isla,
insólita verdad de las tinieblas.

París, noviembre de 1986

 






 
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