La jornada del jueves fue para el Chaqueño Palavecino, pero también para aquellos artistas que sin ruidos ni estridencias, dejan una huella importante. El homenaje a Balderrama fue uno de los puntos más altos de la noche.
José Ceña en la sexta luna de Cosquín 2013.
© Paul Amiune
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Se sabe que en Cosquín, las cosas pasan arriba y abajo del escenario Atahualpa Yupanqui, dentro y fuera de la plaza Próspero Molina. Algunos dicen que el verdadero festival se da en las calles, en las peñas, en las plazas, en los encuentros de poetas, y en los congresos paralelos al festival como el del Hombre y su Cultura, que hoy, justamente llega a su fin.
En la sexta luna, algo de magia hubo en ese encuentro que se realiza en la escuela Roca, donde el escenario de colores cálidos e imágenes fuertes, cobija la palabra de los poetas de América. Algunos desconocidos, otros que solemos encontrar en los libros y las canciones. Y otros, incipientes trabajadores de la palabra que comienzan a andar caminos.
Uno de esos poetas, autores de buena parte de nuestro cancionero, es Jaime Dávalos, quien estuvo presente en la memoria de su semilla, Florencia, el jueves 24 en el marco del Encuentro de Poetas con la Gente. En la voz de Florencia, la menor de las hijas del poeta salteño, salieron a volar Las Golondrinas, Resolana, La Warmicita, Zamba de los mineros, El Jangadero, es decir, “palabras ajustadas a un ritmo”, como diría Jaime, que en la voz de Florencia recordaban al gran poeta. La salteña Mariana Carrizo fue compañía en las últimas coplas, y Gaby Ayala y el Negro Valdivia, en la danza.
Por esas horas, en la Plaza Próspero Molina, Omar Moreno Palacios le robaba 10 minutos a la Comisión mezquina para sumarlos a los escasos 12 que le dieron, y decir, por ejemplo, “después del pan, la educación está primero en los pueblos; ¿saben por qué no están desaparecidos los pájaros? Porque están ustedes”, dijo, señalando a la platea para terminar con un “No me olviden”. No faltaron palabras sobre la actualidad y hasta una mención al Gobernador De la Sota que, aunque entremezclada con las décimas, no pasaron desapercibidas.
José Ceña fue un bálsamo entre el cada vez más cuartetero Facundo Toro, la harina en cantidades industriales de la chaya de Sergio Galleguillo y los cada vez más raperos músicos de La Callejera (otrora, banda de culto para los bailarines de folklore). Ceña cantó el Manifiesto de Víctor Jara ante un público un tanto difícil, pero que hizo silencio también cuando interpretó la Canción para Lucho de Hamlet Lima Quintana y cerró con Cebollita y Huevo, de Jorge Marziali. También Silvia Barrios entregó su mensaje de canción y compromiso.
Uno de los puntos más exuberantes y altos de la noche fue para el homenaje a la Peña Balderrama, con varios atractivos: la Comparsa los Incas y sus trajes magníficos, las voces de Los Cayetanos, El Chango Valdivieso, Carola de Salta y los Hermanos López y la presencia de Juan Balderrama uno de los bastiones de la era de los poetas y cantores del folklore que dijo: “esto no me pertenece, es de ustedes”, mientras una tenue llovizna humedecía los ojos ya humedecidos por la emoción.
Más: la Delegación de Mendoza, María Elena Sosa, el tributo a los Tucu Tucu (que ya se convirtió en un clásico de los festivales) y los grupos Senderos y Los Abra, Javier Figueroa y Nando el Salteño, fueron la previa al show de cierre.
Ya había presentado a la delegación del Trichaco, antes de tomar el micrófono definitivamente como protagonista de las últimas horas de la sexta luna. Subió a cantar pasadas las cinco de la mañana y con un repertorio de más de 30 canciones vio amanecer junto a una concurrida platea que lo esperó desde temprano. Corría el vino, entre las filas, volaban los pañuelos y los pilotos y paraguas ya eran un recuerdo. Amanecía en Cosquín, como cuando en Cafayate el gaucho cantor tiene su turno y le canta al sol que nace tras los cerros.
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