En su nuevo trabajo discográfico, la intérprete y compositora Silvia Iriondo rescata con infinita delicadeza y notable concepción arreglística parte del cancionero popular recopilado por Leda Valladares, a partir de la década del 60 en el norte argentino.
Télam - Junto a Federico Arreseygor en piano, Horacio Hurtado en contrabajo y Fernando Bruno en percusión, con los que grabó el material, Iriondo estará presentando esta placa discográfica con cuatro conciertos que se desarrollarán los viernes 4, 11, 18 y 25 de abril a las 18.30 en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985).
A lo largo de estos shows, que se desarrollarán con entrada libre y gratuita, Iriondo estará alternativamente acompañada por los músicos que participaron como invitados en la grabación del disco, como Teresa Parodi, Miriam García, Carlos Aguirre, Quique Sinesi y el Dúo Yvyrá.
"Vuelvo a este canto anónimo en parte como tributo y homenaje a la obra de Leda Valladares que a lo largo de años y a la sombra y en soledad recopiló todo este inmenso paisaje que es como un mapa de la música argentina y porque en estos cantos anónimos está la base del folclore del país", cuenta Iriondo en charla con Télam.
Séptimo registro de una propuesta que logra engarzar la raíz con nuevas inflexiones musicales y que se inició con el cd Silvia Iriondo en 1990, al que siguieron gemas como Tierra que anda (2003), producido por Egberto Gismonti; Ojos negros (2006) y Mujeres argentinas (2010), entre otros, este trabajo se grabó en julio de 2013 y recibió el primer premio del Fondo Nacional de las Artes.
"Creo también —señala Iriondo— que estos cantos, como dijo Atahualpa, rescatan antiguas ternuras argentinas y que además de la inmensa diversidad rítmica que encierran, que pasa por el huayno, la copla, la chacarera, la vidala, la tonada y la cueca, hablan de un paisaje propio a través del cual logran trascender y plantear cuestiones en relación con la existencia".
"Las de Leda —remarca— son grabaciones muy rústicas, hechas con un grabador casi de batalla donde de pronto escuchás unos niñitos cantando una copla con una madre que los reta y los ladridos de un perro por detrás o un arpa desafinada tocando una chacarera y ves que sobre esa rusticidad se hace una construcción musical que propone un relato de lecturas profundas".
En relación con el modo de abarcar este material diverso, registrado en montes, llanuras y quebradas rurales hace décadas y que es a la vez mucho más antiguo que la época de su recopilación, Iriondo dice que buscó premeditadamente que su reelaboración tuviera "agilidad, fluidez y sensualidad".
"Creo que uno puede cantar la tristeza de la historia cultural del país, donde hay hambre y carencias, atravesando ese material con profundidad y al mismo tiempo con cierta frescura", detalla Iriondo.
"Hay que penetrar la tristeza, la melancolía y el dolor de estos cantos que hablan de nosotros pero no es necesario hacerlo desde la solemnidad sino que me parece más cercano poder abordarlo desde cierta liviandad de espíritu que no es lejanía", aclara.
Intérprete de extremo refinamiento, de registro asombroso y cercano que hace jugar con una propuesta sonora que rescata la raíz y la actualiza en coordenadas contemporáneas, Iriondo señala a la percusión como una de las claves en su trabajo.
"Nuestro folclore tiene una influencia afro importante, como en la cueca y la chacarera, y me gusta ver cómo nuestra tradición y lo afro se funden con mucha familiaridad".
A partir de esta visión Iriondo elige instrumentos como congas, caja, cajón peruano, kalimba, "un recorrido por distintos parches que hermana nuestro folclore con el canto afro, indígena y de América Latina y donde todo eso se siente y se escucha y no queda en una mera declaración".
"Me interesan —dice— las polirritmias y también estoy muy abierta a ubicar estas canciones en escenas de armonías que vienen del jazz y la música contemporánea, creando una escena que revele la vigencia de una canción, quizás muy antigua".
Rescatando la idea del título y del material que conforma el registro, la intérprete y compositora señala que "no hay nada más útil ni más indispensable que lo anónimo; creaciones construidas sin firma en el transcurso del tiempo en forma colectiva, cosas que no son de nadie y son de todos".
"Lo anónimo —agrega— es patrimonio cultural y me agrada haber hecho este rescate del trabajo que deja Leda, que fue como una anónima a esos parajes a recopilar música anónima que dejó registrada también de forma anónima".
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