Comenzó una nueva edición del festival mayor de folklore: Cosquín, Con aquel corazón de duende

Jaime Torres. © Paul Amiune

Habría que preguntarle a José Luis Aguirre si anoche, en la primera luna de Cosquín, antes de subir al escenario hizo un pacto con el viento. Porque mientras el artista transerrano cantaba, con el escenario despojado de todo pero colmado de palabras y sonidos, debajo de su guitarra y a sus pies, un remolino lo abrazó y lo acompañó durante el tiempo que duró su actuación.

Y fue otro momento mágico de la noche. El viento, acaso el de Achala que justo nombraba en una canción, estaba allí repartiendo su voz a los cuatro vértices de la Plaza Próspero Molina. Y trajo un nuevo horizonte al Festival Nacional de Folklore, en una primera noche que vislumbró nueve lunas algo distintas. Y el símbolo de lo que hubo anoche, fue ese puñado de canciones que trajo Aguirre, solo con su guitarra, frente una plaza casi colmada, cantando sus propias canciones.

Hay algo distinto en el aire en esta edición 56ª. Ya en la previa, el viernes, las calles estuvieron pobladas de gente, y no cambió demasiado en número la multitud que esperaba la apertura el sábado a la noche, mientras el desfile de bailarines trepaba desde el comienzo de la avenida San Martín hasta la esquina de las boleterías de la Plaza, y antes, a la mañana el desfile de caballos rodeado de cientos de espectadores. Más bien fue aumentando a medida que se acercaba el momento del arranque que fue, como siempre, con la bendición del cura párroco, que puso una esperanza en aquel Cristo de las redes que Fandermole trajo a la música y que en la noche de apertura puso voz Cecilia Allué cerrando la bendición. Otro guiño: Fander será parte nuevamente del festival de Cosquín, luego de una ausencia de algunos años.

La misma ausencia —algo más extensa— fue la de Jaime Torres, que regresó este año, y que luego de cantar el himno con José Luis Aguirre y Raly Barrionuevo, abrió musicalmente las puertas de la primera luna. Homenaje tras homenaje (a Jaime Dávalos, a Yupanqui, a Valles y a los Hermanos Díaz), el charanguista estuvo rodeado de talentos como Milena Salamanca, Mono Izarrualde y una banda de sikuris, que acompañaron su interpretación de El arriero, Santa Cruz, Serranito, Taquiña, Arunguita, La Humilde y San Benito entre otras. Tuvo que volver claro, porque el público lo pidió.

Elvira Ceballos (piano), Raly Barrionuevo, Jose Luis Aguirre y Jaime Torres interpretaron el Himno Nacional en la apertura de Cosquín 2016. © Paul Amiune

Y dejó libre la escena para otro regreso: el de Liliana Herrero. Luego de la presentación de Suna Rocha (otra novedad: cada día un artista mujer, será la encargada de conducir un segmento de la noche, con los maestros de ceremonia), la cantora puso en escena esas obras (Garzas iajeras de Aníbal Sampayo, Confesiones del viento de Falú y Yacomuzzi, Oración del Remanso de Jorge Fandermole y La Nostalgiosa de Falú y Dávalos) a las que le da vida con su cuerpo y su voz. Volvió un rato más tarde para acompañar a Juan Falú en el set del tucumano, en uno de los momentos (hubo muchos) más brillantes de la noche. Juan Falú también volvió a entregar su arte luego de aquella recordada edición en la que muchas cosas estuvieron mal. Sin más, guitarra y voz, dejó un retrato de su presente, su pasado y un futuro que lo pone como piedra fundamental de las nuevas generaciones de la música argentina, y terminó aquel truncado homenaje a su tío, Eduardo Falú, agradeciendo y destacando la buena predisposición de la comisión y la parte técnica de esta edición.

La faldense Elvira Ceballos —quien también participó del himno en la apertura—, desplegó su talento de intérprete virtuosa, académica y a la vez, criolla. Los Chaza llevaron al escenario la propuesta más pura de las orquestas tradicionales, versionando en su estado más original clásicos del folklore, con los bailarines sobre el escenario y a los costados de la platea, y la noche cerró con Raly Barrionuevo entregándole a la gente un repertorio para cantar y bailar, "hasta que las velas no ardan", como dijo luego de comenzar con Luna Cautiva y Ey Paisano.

La danza estuvo representada por el Ballet Camin, que en el comienzo entregó una representación de La independencia, celebrando el Bicentenario que se cumple este año, y los ganadores del pre Cosquín (Cruz y Flores, de Salta) en rubro pareja de baile tradicional. El humor lo llevó el Gato Peters, y otro ganador del pre Cosquín, el solista masculino de tango, Juan Molinelli, tuvo su momento sobre el escenario Yupanqui.

La conducción estuvo y estará a lo largo de las nueve lunas del maestro de ceremonia Claudio Juárez (pocas veces se escuchó en los últimos tiempos el grito "Aquí Cosquín" con tanto corazón), un verdadero representante del festival, comprometido desde hace años con el mismo, y muy querido por un público que lo aplaudió en cada salida, seria, sobria y en la medida justa de su función. Junto a él, los coscoínos Nathalie Allende y Pablo Bauhoffer serán responsables de llevar adelante las noches del festival con la ya mencionada propuesta de una dama artista por noche como co-conductora.

La luna rojiza, enorme ya alcanzaba su punto en la madrugada, arriba justo de la Plaza, mientras Aguirre volvía a hacer un bis, acaso el más íntimo y profundo que le haya tocado hacer frente a una multitud. Fue Gajito 'i luna, dedicado a sus hijos, "a los niños que hacen que nosotros sigamos luchando para dejarles un mundo mejor". Dijo eso y dejó fluir las palabras y la música con compromiso, en una noche en la que Cosquín, el Festival Mayor de Folklore del país, pareció dar pautas de que comienza a recuperar después de mucho tiempo el nombre y su esencia.

Raly Barrionuevo. © Paul Amiune