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52 Festival Nacional de Doma y Folclore de Jesús María 2017

Tres noches de Jesús María con públicos diferentes. ¿Qué quiere ver y escuchar el público en los festivales?

por Pao de Senzi/Boletín Folklore el 09/01/2017 

Pasaron las tres primeras lunas del festival de doma y folklore y la taquilla tiró diferentes números, definida por la elección de los públicos. Para un festival de folklore con propuestas dispares, al parecer, la entrada va direccionada a escuchar folklore.

Raly Barrionuevo en el Festival Nacional de Doma y Folclore de Jesús María 2017. © Paul Amiune
Raly Barrionuevo en el Festival Nacional de Doma y Folclore de Jesús María 2017.
© Paul Amiune

 

Una vez más, el Festival de Doma y Folklore de Jesús María comenzó a dejar su huella sobre los días de enero, en la localidad norteña de Córdoba. Más allá de la extensa grilla musical, de la pintoresca y a la vez polémica jineteada, y del color que le da a todo el entorno al encuentro, es interesante observar cómo cada día, el festival va mutando en relación a los públicos y el número de entradas vendidas

 

El mecanismo no es ajeno a otros encuentros de este tipo, pero en Jesús María, el marcado interés de las tribunas en la competencia de la jineteada, es tan importante que muchas veces la grilla artística pasa a segundo plano. No ocurre en todas las noches, claro. En líneas generales, la platea preferencial, (ubicada justo frente al escenario) marca la tendencia de venta para el artista de la noche. Las tribunas populares se ocupan con los que históricamente concurren al festival como una salida más, aprovechando sus vacaciones anuales; los fanáticos de las montas y el espectáculo de los jinetes, y el resto, que va a ver el espectáculo general, sin intereses concretos

 

Un análisis rápido podría ser, observar las tres primeras lunas de la actual edición. En la primera, (el jueves 5) con una grilla acotada por las cuestiones de inauguración, donde el número central fue Patricia Sosa observó plateas y tribunas vacías, siendo ésta históricamente una de las peores del festival. Muchos lo atribuyen a que fue jueves, a la baja en el poder adquisitivo de la gente (con un público fuera y dentro del anfiteatro más que gasolero), y a los números musicales, que no llegaron a confirmar a un público en este caso ávido de escuchar folklore. Si bien la cantante dio un show de alto nivel, incluso aportando un segmento folklórico de la época en que giraba con Ariel Ramírez haciendo Mujeres Argentinas, no fue elegida por el público a la hora de comprar entradas. Sin embargo, el año pasado, Pedro Aznar —también llegado desde el pop/rock, aunque con más cercanía a la música folklórica por sus participaciones en diferentes proyectos— duplicó la venta de tickets de la noche inaugural, aún con una tormenta cerniéndose sobre la ciudad y dos cortes de luz que provocaron el exilio de la gente.

 

Otros números de la primera noche, si bien rotan permanentemente en las radios más populares del país, tampoco impactan en la taquilla. Uno de esos casos es La Cantada, cuyo mayor talento es mostrar personajes caricaturescos como el coya dance y la llama (uno, de bermudas blancas y poncho multicolor, el otro enfundado en un traje peludo de color blanco) al ritmo de carnavalitos sampleados, o ritmos bolicheros con canciones de contenido nulo, excepto por la mención a los personajes en cuestión, la arenga y el pasito. Con ellos, bailó el mismo público que compró entrada para Patricia Sosa, y que inmediatamente giró su cabeza cuando sonó la campada de largada de la jineteada. Nada quedó flotando en el aire: ni el discurso, ni el contenido en las letras, ni el gesto de representar a la tierra jujeña que mencionan en sus presentaciones. Caso extraño de un dúo cuyos integrantes, fuera de este proyecto componen para distintos artistas con temáticas más profundas. La Cantada es hoy, por hoy, el paradigma del folklore festivalero, falto de estilo y sin contenido que pulula en los festivales.

 

Volvemos a preguntarnos hacia qué dirección va la entrada que compra el público de los festivales. Quizá una parte de la respuesta la haya dado la noche del viernes, donde una embajada de artistas santiagueños cuya raíz folklórica es sinónimo de provincianía y, también de festivales, duplicó la venta de tickets. A esto se suma que fue un día sábado y que comenzó oficialmente el campeonato de jinetada. El público acompañó a cada uno de los músicos que se presentaron sobre el escenario, cantando y pidiendo bises, muchas veces aplaudiendo de pie y consagrándolos una vez más con el aplauso.

 

Artistas con mucho para decir.

 

También, hubo contenido. Y a pesar de que Jesús María es un festival que apunta a mostrar lo menos profundo de la cultura folklórica, cada uno de los artistas, —desde Mario Álvarez Quiroga hasta Raly Barrionuevo, pasando por el dúo Orellana Lucca, quienes este año sumaron una nueva ovación de la gente, (en el 2016, primera vez en el festival recibieron una mención de honor de la comisión) y Coplanacu tuvieron cosas para decir en sus canciones y en sus palabras, con una fuerte respuesta del público.

 

La frase repetida de la noche fue "Cuidemos el monte"; en cada una de las presentaciones estuvo presente el reclamo, el compromiso y la palabra hacia quienes hoy son los responsables de las leyes de conservación del monte nativo, que en Córdoba justamente está en la primera plana de los diarios por la modificación de la ley de bosques. Mario Álvarez Quiroga cantó La tribu de las corbatas, una chacarera que alude a la acción del hombre avanzando sobre el monte. Raly Barrionuevo esta vez no canto después del horario de transmisión —como viene haciendo en los últimos años— sino en el central, dejando para el cierre a Los Carabajal, que junto a Cuti y Graciela, celebraron 50 años de trayectoria, como lo harán en cada uno de los festivales de verano, antes de la gran presentación en abril de este año en el Luna Park de Buenos Aires.

 

Para cuando los Coplanacu desandaban el camino de las chacareras y los escondidos en un set muy celebrado, la taquilla tiraba 7220 entradas vendidas. Al cierre de la actuación de Paz y Cantos, 1000 bombistos convocados por la comisión y organizados por el Indio Froilan y Tere Castronuovo (responsables de la tradicional marcha en Santiago), recorrían las calles de Jesús María y convergían en el pasto del anfiteatro. Luego el Indio, Julio Paz, Demi Carabajal y otros bombistos emblemáticos brindaron detalles sobre la importancia del bombo en la historia de la música santiagueña y su confección. Lamentablemente, Cristian Bazán, uno de los conductores del festival, interrumpió la mayoría de los pocos minutos que les dieron a los verdaderos protagonistas para hablar.

 

Con los bombos aún repicando desde el campo de jineteada, Raly despachó su primer tema sobre el escenario Martín Fierro: Ey Paisano. Continuó con un repertorio que recorrió sus discos más folklóricos, culminando con Luna Cautiva iluminado de estrellas sobre un fondo oscuro. Antes, contó sobre su llegada al festival, cuando niño, de la mano de su madre, de la hija perdida, y del interés de algunos medios de tapar el reclamo de la gente cuando se trata de defender el monte. El Olvidao, de Duende Garnica cerró su sentido discurso. La noche santiagueña también tuvo en la previa, las actuaciones de Marcelo Toledo, Diego Luna y Gustito santiagueño, tres jóvenes valores de la provincia, en el caso de Toledo, heredero de la dinastía mansera, —es hijo de Alito—, con una interesante carrera solista que lleva tres discos editados.

 

El sábado la historia fue otra. Como número central el trío formado por Jorge, Lucio y Alfredo bajo el nombre de Los Rojas, con una propuesta de sólo folklore, dio cuenta de otro batacazo en la taquilla. Las entradas vendidas fueron 12600. La grilla tuvo, además del número central a Horacio Banegas, Por Siempre Tucu y Polo Román. Con la jineteada a pleno, plateas preferenciales y tribunas estuvieron colmadas, y cuando la competencia cerró la jornada, la gente se mantuvo dentro del predio disfrutando de los números musicales. Mientras Banegas dejó en claro que sigue siendo un referente de la música de Santiago, Polo Román emocionó con los clásicos de Los Chalchaleros, y Los Rojas desembarcaron con zambas, gatos y chacareras propias y ajenas en formato a tres voces, excepto por el bloque donde cada uno interpretó coplas del norte por separado.

 

El análisis tira en las tres primeras noches de Jesús María, a un público festivalero ávido de escuchar folklore en un lugar que está destinado a que suene y se respire folklore. Abierto a nuevos sonidos y artistas, pero direccionando la compra de su entrada hacia espectáculos que conoce, clásicos que siempre quiere ver y escuchar, más allá de las modas. Es probable que algunas de las nuevas propuestas quede prendada en esta elección, gracias al talento propio (como ocurrió el año pasado y éste con Orellana Lucca) pero —tal como se vio en la primera noche— no al gancho con el público ni a la rotación en las radios.

 

Entonces mientras suenan los clásicos de Los Carabajal, Banegas canta el Huaino de mi infancia, Raly la Zamba de Usted y Los Rojas Sinfonía Silvestre de Los Manseros y Orellana Lucca Milagro del Tiempo (clásicos de ayer y de hoy), uno cae en la cuenta de que ningún muñeco haciendo el pasito de la llama puede contra una zamba o una chacarera interpretada a voz y guitarra bajo las estrellas y con el corazón puesto en esta tierra.






 
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