Querido Silvio:
Pues ya ves, vuelvo a escribirte y desde mi última carta no he vuelto a negarte. Confieso yo pecador que andaba un poco a la greña vigilándote de cerca para saltar encima de este teclado para cuando dieras motivos. Y no es que yo sea mala persona pero ya sabes lo mal que me llevo con las religiones y los dioses.
Pero mira por donde —que para eso los genios sois genios y no otra cosa— que vas y me vuelves a sorprender. Y, ahí es nada, vas y sueltas desde La Habana, que lo sepa todo el mundo, y declaras que ya está bien de prohibir a los cubanos salir de su país si les da la gana y que antes un cubano con treinta pesos se iba a un hotel y ahora ni con trescientos lo dejan entrar y que no te quieres morir sin ver a cubanos disfrutando de hoteles cubanos.
Los que tenemos el mal hábito de invitar trovadores cubanos a cantar fuera de Cuba sabemos de lo surrealista que puede llegar a ser la burocracia cubana. Y los que tenemos una mentalidad más bien cartesiana no llegamos a entender para qué se hizo la revolución antiimperialista si ésta ha consistido en quitarles los hoteles a los yanquis para entregárselos a los turistas y a las putas. Putas, eso sí, tituladas universitarias y con la mejor de las sanidades.
Pero más allá de si tienes o no tienes razón —que la tienes—, más allá del derecho de los cubanos a decidir dónde quieren poner su vida, más allá del privilegio de gozar en tu país de los mismos derechos que los que vienen de fuera, más allá de todo esto; lo que me eriza la piel, lo que me pone, lo que me provoca una erección en el alma es que pudiendo callar y seguir con tu regalada vida en Miramar con tu familia, tu todoterreno, tus estudios de grabación; pudiendo hacer lo que hacen todos que es mirar para el otro lado y buscar justificación a lo injustificable; pudiendo evitar problemas en lugar de creártelos; pudiendo callar como un cobarde, mentir como un político y vivir como un necio; pudiendo hacer tantas cosas, vas y escoges el camino difícil, el del compromiso y la honestidad. Con dos cojones.
Este es el Silvio que yo quería reencontrar. El Silvio disidente. El Silvio que tuvo que enrolarse en el "Playa Girón" porqué andaba tocándole los cojones al poder. El Silvio que lleva al pueblo en su corazón y no en su boca. El Silvio que lleva la lucha en su gesto, no en su lengua.
Este es el Silvio que me hechizó muchos años atrás. Este es el Silvio unicornio azul que ayer se me perdió. Este es el Silvio que me hace volver a él como el hijo pródigo pidiendo perdón a su padre por lo mal que se portó. Este es el Silvio que una vez me hizo decir "hay muchos caminos pero yo elijo este". El Silvio hacha, El Silvio piedra. El Silvio manantial fundamental de donde fluye aquello que quiero ser y pensar. El Silvio cuerda que ata. El Silvio mano que estrecha. El Silvio estrella que guía. El Silvio Pepito Grillo. El Silvio amigo y conciencia. El Silvio —coño— impaciencia, impaciencia.
El Silvio por el que sigo creyendo que todo está por hacer cuando en realidad todo está perdido.
Mi Silvio.
Anda, cuídate. Te quiero.
Ya van dos. No te acostumbres.
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