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(Órden cronológico inverso)
Entrevista a Manuel García
Hay quien dice que Manuel García es el heredero de Víctor Jara. Hasta para grabar Témpera se cortó las uñas para sonar como él. Manuel viaja esta semana a Barcelona para participar dentro del Festival BarnaSants en un homenaje al trovador chileno asesinado y que contará con la presencia de la Secretaria de la Fundación Víctor Jara Gloria König y en la que ambos inaugurarán una exposición de Carteles Históricos en el Auditori Barradas de L'Hospitalet.
Ha nevado durante dos días sobre Punta Arenas, anulando sombras y colores, reblandeciendo los ruidos de autos y pisadas. El cielo es gris, pero luminoso. Esta escena es la que recibe al cantautor
Manuel García (1970, Arica, Chile), en un corto viaje de tres días para participar en un concierto a beneficio del músico magallánico Juan Tabilo. Este concierto ha sido en el Centro de Hijos de Chiloé, un lugar que mantiene la cultura (particularmente la culinaria) de una isla que ha enviado a muchos de los suyos a trabajar a la Patagonia chileno-argentina.
Alfredo Zitarrosa nació el 10 de marzo de 1936 en Montevideo. Murió en esta misma ciudad, ventosa y lenta, 53 años más tarde. Ni el exilio ni la muerte pudieron debilitar la unión con su pueblo “oriental”. Acercarse a la obra de Zitarrosa es acercarse, sin duda, al Uruguay: los tambores y las bordonas perfilan los días de carnaval y de llamadas, la voz recuerda el sueño de Artigas, el mando de Batlle, los “anarcos queridos”, el derrumbe de la res en los mataderos, la feliz descarga del as bueno en un truco, los veranos del cuarenta, las tardes junto a la radio, las librerías de Tristán Narvaja, la afición a Fidias, Parménides, Heráclito, el honor de abrazar una guitarra y cantar por el mejor destino de un pueblo.
Quizás pocos recuerden o sepan que en julio de 1966, Violeta Parra visitó Magallanes. Vino como parte del programa “Chile ríe y canta”, de René Largo Farías, acompañada por Patricio Manns, Voces Andinas, Pedro Messone, Cantares de Chile, Sergio Sauvalle y el primer conjunto pascuense que llegaba a la ciudad (así lo precisa El Magallanes del 21 de julio de 1966).
Distintos testimonios y documentos (entre los primeros, el del locutor Daniel Ruiz, y entre los segundos, los de la Prensa Austral y El Magallanes), señalan que fue una visita feliz para Violeta.
Como un eco que no pierde, a pesar de la distancia y el tiempo, el vínculo material con la vibración que le dio origen, la voz de Violeta Parra sigue estando con nosotros. Muestras palpables han sido las explícitas referencias a ella que han hecho Inti-Illimani y Quilapayún en sus recientes actuaciones en la ciudad. Las canciones de Violeta siguen formando parte de sus repertorios y no se han movido de la memoria popular, que las guarda como piedras preciosas sin necesidad de cegadoras publicidades.
El propósito de esta columna es entregar algunos antecedentes de la visita de Violeta Parra, y de esa voz que persiste, a Magallanes, en julio de 1966, hace exactamente 40 años.