Mañana viernes arranca el XXV Tradicionàrius, Festival Folk Internacional, que se desarrollará hasta el próximo 30 de marzo.
No sólo eso, es además un género minoritario. Las causas seguramente son múltiples: el colonialismo cultural de la música anglosajona, las migraciones del campo a la ciudad, la modernidad mal entendida, la pérdida de referentes en una Europa vieja y caduca.
El C.A.T. es una experiencia casi inédita en el panorama de la música popular europea. Festivales, talleres, encuentros y un centro de programación estable en un país donde el folclore "juega en segunda división". Jordi Fàbregas nos ayuda a presentar el panorama actual del C.A.T. y nos da ideas para el futuro más inminente; que en su caso también pasa con la celebración de una gran efeméride: el XXV Tradicionàrius.
La experiencia del Tradicionàrius empieza a ser positiva y al cabo de unos años, se integra en el desarrollo cultural del barrio de Gràcia, de Barcelona, e intenta (a mi juicio con un éxito) impregnar el resto de los territorios de expresión catalana de su filosofía, participando de la creación de nuevos “Tradicionàrius” en diferentes lugares con la idea de crear el germen de un pequeño festival y dejar que por si sólo crezca.
Y seguimos hablando con Jordi Fàbregas, ahora ya no de los orígenes de la música folk y tradicional catalana sino del nacimiento del Festival Tradicionàrius y de su sede, el C.A.T., uno de los centros de promoción de la música tradicional y popular más importantes de Europa.
El C.A.T (Centre Artesà Tradicionàrius) es un centro de música tradicional. Una experiencia única en Europa, en donde la música folclórica es residual y marginal. Hablamos con Jordi Fàbregas, director del Festival Tradicionàrius y del C.A.T. —sede del festival— en una entrevista que hemos dividido en tres partes.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.
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