Décimas (9): La suerte mía fatal
La suerte mía fatal
no es cosa nueva, señores;
me ha dado sus arañones
de chica muy despiadá’.
Batalla descomunal
yo libro desde mi infancia;
sus temibles circunstancias
me azotan con desespero,
dejándome años enteros
sin médula y sin sustancia.
Dice mi mama que fui
su guagua más donosita,
pero la suerte maldita
no lo quiso consentir.
Empezó a hacerme sufrir,
primero, con la alfombrilla,
después la fiebre amarilla
me convirtió en orejón,
otra vez, el sarampión,
el pasmo y la culebrilla.
De Santiago, pa’ Lautaro
con siete crías colgando,
petaca’ y monos andando,
busca mi taita reparo.
Su capataz l’hizo un aro
diciendo: «Mire, Parrita,
la cosa está aquí malita,
se le traslada pa’l sur,
acomode su baúl,
recíbame esta platita».
Mi taita fue muy letrario,
pa’ profesor estudió,
y a las escuelas llegó
a enseñar su diccionario.
Mi mama, como canario,
nació en un campo florí’o,
como zorzal entumí’o
creció entre las candelillas.
Conoce lo qu’es la trilla,
la molienda y l’amasijo.
Con un chiquillo en los brazos,
los otros seis a la cola,
entramos como una ola,
contentos como payasos,
casi pisando los pasos
de mi preocupa’o paire,
que los monta por los aires
a una casa misteriosa
que yo la vi más hermosa
que la capilla del fraile.