El ombligo de la mujer de un poli no es un espectáculo
que desde un punto de vista estético pueda llevaros a la cima.
Pero sin embargo, hace tiempo había un viejo que se desesperaba
por ver el ombligo de las mujeres de los agentes de policía.
Y gemía: “¡Ya soy viejo y al largo de esta triste vida
he visto montañas de ombligos de toda forma y tamaño:
ombligos de mujeres de abogados, de sepultureros, de algún espía,
pero no he visto nunca el ombligo de la mujer de un policía
Mi padre ha visto, como yo os veo, ombligos de mujeres de los ex-grises.
Mi hermano conoce los encantos de los de las mujeres de inspectores.
Hasta mi hijo ha visto el de la amante de un pez gordo de la CIA,
y yo no he visto el vil ombligo de la de un simple policía!”
Así se quejaba en plena calle un anciano triste y venerable,
cuando la hembra de un poli, con un ombligo más que admirable,
dijo: “Hay que acabar con esta tortura. ¡Venga,
voy a enseñarte el ombligo de la mujer de un policía!”
“¡Gracias, Dios mío!”, dijo el viejecito. “Hoy termina mi suplicio.
El sueño de tantos años se cumplirá cuando ya no lo esperaba!”
Y se lanzó bajo las faldas de su amiga
para poder contemplar el ombligo de la mujer de un policía .
Pero tenía la salud maltrecha por la larga espera
y, al llegar justo al final de tantos y tantos años de obsesión,
la muerte, la muerte le sorprendió sobre el abdomen, y se murió
sin haber visto nunca el ombligo de la mujer de un policía.
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