A golpes de ternura
El amor nos sorprenderá al llegar al final
de dos caminos nevados que se ignoran mutuamente.
El clima, en el cruce, será primaveral,
sabrá hacer florecer los corazones y estallarán a un tiempo
fundiéndose en una única e inmensa rosa encendida
que regaremos juntos con agua de ternura.
El amor mecerá las horas del verano
así como el viento mece cabellos y trigos y hierbas,
y, con sus dulces hilos, nos trenzará un gran nido
desde donde contemplaremos soberbias puestas de sol.
Y, en noches de bochorno, la pálida princesa
nos velará con un rayo de plata y de ternura.
El amor caerá de las nubes en los atardeceres de otoño
como una lluvia fina, dorando las hojas muertas.
y, en cuanto nos moje el cuerpo, de él huirá el miedo.
Veremos cómo el polvo de los años se va lejos de las puertas,
las puertas que nos mantienen aislados de la vejez,
las puertas que hemos construido con madera de ternura.
El amor, avivando el fuego durante las largas noches de invierno,
nos dará el rescoldo encendido que necesitamos para nuestra marcha.
Allá donde tú y yo iremos ni hay cielo ni hay infierno,
la muerte no es sino un nuevo nacimiento.
Y así, fuera del tiempo, poseeremos la gran riqueza
de ser inmortales y eternos hijos de la ternura.