La Chicharra era una negra,
que vivía en el cuartel,
afilaba con el cabo,
el sargento, el coronel.
Si la guerra es cosa de hombres,
como se dijo, por qué
Juana, Padilla, Chicharra
ibas con ellos, también.
Cosa de hombres, pensarías,
mientras caminando ves
los niños muertos de hambre,
viejas contra la pared
de ranchitos que no caen
sobre malvas o el yaltén,*
porque aún no decidieron
para qué lado caer.
Cosa de hombres, pensarías,
Virgen María y José,
con el maizal arrasado
y hasta el manantial con sed.
La Chicharra era una negra,
que vivía en el cuartel;
afilaba con el cabo,
el cuchillo, el coronel.
Mejor ir con el ejército,
por su hombre o por sus pies
que, como candil ahumado,
en un rincón perecer.
La Chicharra era una negra,
no vivía en el cuartel,
afilaba con la guerra,
el cuchillo de su ser;
con divisa colorada
o el blasón del Cordobés,
compartió la soldadera
la victoria o el revés.
Sufrió y sudó en los caminos
enancada, en carro, a pie
y, a lo más, un parte dijo:
ayer murió una mujer.
La Chicharra o la Padilla
vienen recordándote
que en sus vidas se asentaron
filos del amanecer.
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