Cecilia Todd

Pajarito en sol


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Después que un viento bandido
te fue llevando en volandas, por la sabana,
quedé como palomita cantando sola en la rama
recordando que mis flores
se abrieron por tu llegada
para perfumar el aire, vida mía,
tu malacrianza y tus ganas.

Luego de tanto esperarte
horas, días y semanas,
llegaste anoche y te fuiste, pajarito,
temprano en la madrugada
pareciéndote al lucero
que se esfuma en la mañana.

Como el río que culebrea
entre el estero y la mata,
como la baba que cambia
continuamente de playa,
como el turpial realengo
que no soporta una jaula,
como el pavón de los caños
que busca las nuevas aguas,
como el gabán que no habita, pajarito,
dos veces la misma palma
para quebrar el fastidio
y alegre llevar el alma.

Y así te fuiste en silencio, vagabundo,
dejándome cual guayaba
colgando de una ramita
madurita y picoteada.

Indio embustero y maluco
por qué dejaste mi casa
si yo te di todo el cariño y lo dulce
que guardé desde muchacha
pa’ regalárselo un día
a aquel que se lo ganara
y apareciste una tarde, vida mía,
austero y sin alharaca,

en una fiesta del pueblo
con arpa, cuatro y maracas.
Primero te vi el sombrero, pajarito,
después el porte y la cara,
nacido en el bajo Apure
y levantado en Achaguas.

Traías llenas las alforjas
de amores y batallas,
de esperanzas y horizontes,
de quimeras y mañanas,
me miraste becerreao
para no darme importancia,
pero el veneno en mis ojos
te llegó como una lanza
y entre besos prometiste, esa tarde,
que venías y te quedabas.

Pero me cumpliste a medias
pues viniste y me dejaste
mirando el cielo del cuarto, pajarito,
en celo y abandonada,
preguntándome qué haría
con mi brasa y media cama.


Autor(es): Henry Martínez