
Ya no soy una isla
Ya no soy una isla,
te amo y sé que mi puerta no es el agua
ni mi corazón un desierto,
si pudiera guardarme,
como guarda el avaro su tesoro
mi amor se pudriría entre sollozos
y mi arpegio en estruendos de agonía.
Porque te amo sé, que me importan
otro llanto y otra noche,
otra oscuridad y otras tinieblas.
Los contornos de mi isla se diluyen
en el mar, siempre gris, de la injusticia
y en la noche silenciosa de los cuervos.
Adiviné que tú, yo, tu cara y la mía,
se sonríen con la risa de los niños
y se lloran en el mar de los lamentos.
La savia de las rocas me dirá
de islas y desiertos, me hablará
de miedos y de ausencias,
y estaremos en el duro corazón de los basaltos
y en la llama inextinguible de los sueños.
Autor(es): Isabel Medina, Marisa Delgado