Ana Belén

El hombre ilustre


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Llena la plaza está de luz
hay luna llena, y otra vez
el hombre ilustre se bajó del pedestal,
y dio un paseo.
Desde el balcón le contempló
un niño, mudo de emoción,
metió los dedos en la boca
y le silbó al verle en el suelo.

¿Quién será aquel viejo señor?
¿Quién? El niño se preguntó
es como un abuelo gruñón,
con su bigote y el bastón.
¿Cuántas batallas ganó?
¿cuántas mentiras contó?
¿a cuánta gente ayudó?
y el viento no le respondió.


Todos los días al volver
para la escuela, tras comer,
disimulaba en la doblez de su gabán
trozos de pan.
Tras los deberes, otra vez
iba a sentarse cerca de él,
para espantar palomas
que le hacían nido en el sombrero.

Aquella noche el vendaval
cubrió de nieve la ciudad;
a la cabeza se trepó
y en su bufanda le envolvió.
Era muy tarde, el corazón
muerto de frío se murió,
y nunca más volvió a bajar
el viejo de su pedestal.


Autor(es): Víctor Manuel San José, Carlos Attias