
Otoño
Aquella tarde de otoño era dorada
árboles y casas tras un tul amarillento
las copas calmas, el cielo tenue, el sol mas lento
Sus ojos sonreían, estaba enamorada
caminábamos los dos la hora encantada
en que el farol garúa su primer aliento
cuando salta a su paso un presentimiento:
Dios mío dice que nunca pase nada
que puede pasar Nada. Nada va a pasar
No se
no sé. Es que todo esto es tan hermoso
Nos besamos con miedo y volvimos a andar
pero tanto silencio se nos hizo penoso
entonces eligió hojitas secas para pisar
y el juego volvió el dorado mas luminoso.