
Poema XXV [o Cuánto de sed sufrí]
Cuánto de sed sufrí hasta lograr tu beso,
tu boca seductora, agua fresca de un río.
Aquella sed compacta hizo temblar la noche
y el deseo llenó las copas con su vino.
Bebimos sin pensar en la luna sangrienta
ni en la estrella de fuego y con espinas,
para luego sentir que fuimos sólo instante;
no tuvimos, acaso, más remedio que amarnos.
Han seguido rodando los tranvías vacíos
sobre rieles de inviernos de gélidas ventiscas,
andan como el amor truncado que camina
callado y confundido con todo lo existente,
andan como yo ando, sediento y sin refugio,
harto de soledad desde que te alejaste.
Autor(es): Antonio Guerrero, Vicente Feliú