Víctor Heredia

El hambre de la soledad


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Partían los barcos del muelle al exilio.
La luna pintaba un riachuelo amarillo.
Y el hambre de la soledad
se comía el alma de los que quedaban atrás.

Tus últimos besos mordían, dolían.
Aquel bandoneón agrandaba la herida.
Y el hambre de la soledad
se comía el alma de los que quedaban atrás.

Si yo pudiera lo imposible,
y, en un pase de galera,
retornar la primavera
que perfuma mansamente en este vals,
daría todo lo que he sido,
lo ganado y lo perdido,
por saber en qué camino
decidiste no volver ya nunca más.


A veces regreso a los muelles dormidos.
Hay cosas que aún no ha matado el olvido.
Y el viento parece llorar
esta melodía de los que quedamos atrás.

Entonces recorro las calles fumando:
debieras saber que te sigo esperando,
que el hambre de la soledad
sembró su memoria en los que quedamos atrás.

Partían los barcos del muelle al exilio.
La luna pintaba un riachuelo amarillo.
Tus últimos besos mordían, dolían...


Autor(es): Víctor Heredia