
Para un amigo de sesenta años
Y claro que la vejez no es
solo invierno y arruga,
amarillear y pasar.
Es una fruta madura
que alguna vez le dio
de beber al mar.
Y en la soledad de un amanecer
se mojó los pies, la boca y la piel,
en las aguas tiernas de una mujer.
Amigo mío,
no llores más
y piensa que aún
queda un tiempo azul
para vivir en paz.
Y claro que la vejez no es
un envase vacío
dejándose arrastrar.
Al contrario, es un buen vino
que estacionando fue
su mejor sabor.
Y en la soledad de su oscuridad,
vuelve a la niñez y tiene otra vez
las piernas firmes para correr.
Autor(es): Víctor Heredia