
Un sereno amanecer
Para volver a hacer un día esa canción
que jugueteaba a las orillas de zanjón
hay que embarrarse los zapatos otra vez,
emborracharse en un domingo de esos que
se van despacio con su cielo de kermés.
Para vivir la gratitud y tener fe,
hay que creer en ese niño que uno fue,
subirse al sol de un mediodía en un camión,
gritar con todos que no ha muerto la ilusión,
y no bajarse hasta un sereno amanecer.
Amar, beber, morder,
sentir, palpar, soñar,
reír, cantar y arder
y no bajarse hasta un sereno amanecer.
Gritar, llorar, vivir,
gozar, bailar feliz,
besar, morir de amor
y no bajarse hasta un sereno amanecer.
Para intentar a dar una vuelta sin temor
a que nos toque una sortija de dolor,
hay que subirse con la firme convicción
de ser el tipo al que eligió la suerte hoy
para entregarle la canasta y el lechón.
Autor(es): Víctor Heredia