Los Olimareños

Las dos querencias


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Aquí me pongo a cantar
sin salirme de la huella;
mi canto, sin ser estrella,
alumbra mi caminar.
Me tienen que perdonar
si lo digo divagando,
que mientras voy procurando
definir mi pensamiento,
me hace bullas el contento
de cantar como jugando.

Nacido en tierras aromadas
de naranjales en flor,
mi vista tiene el calor
de la luz anaranjada.
De la ausencia desvelada
de ser yo mismo una ausencia,
un día encontré querencia
lejos del Salto oriental,
mi dulce tierra natal
aquella de la inocencia.

Hoy sueño después de andar
por huellas desordenadas,
en las orillas besadas
por un río de cantar.
El apacible Olimar,
mirándome dulcemente,
es querencia de un ausente
que solo sabe pensar
que río para soñar,
Olimar, tiene tu gente.

Entre presencia y ausencia
de los pagos de mi flor,
siento ese amargo dulzor
que dan ausencia y presencia.
Lo digo sin complacencia,
tal vez, complaciendomé.
Eso sí que no lo sé,
porque todo peregrino
se entiende con el camino
si preguntarse por qué.


Autor(es): Víctor Lima