Christina Rosenvinge

Días grandes de Teresa


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Teresa con el pelo liso
en el año setenta y tres,
incendiando el paraíso
con la huella azul de sus pies,
tan bonita y frágil,
bailando con extraños.
Es difícil que no se haga daño,
es un pastel de cumpleaños
invitado a un huracán.

Eran días grandes de Teresa
disparando contra el cielo de Madrid,
eran días grandes de Teresa,
yo estaba cerca y la seguí.

Teresa y sus poemas rotos,
de heridas y oscuridad,
ha esperado tanto el desfile
que empieza a desfilar.
A los veintiún años,
con su vestido blanco,
hay un coche para cada chica guapa
y un anillo de hojalata
y una soga por collar.

Eran días grandes de Teresa
disparando contra el cielo de Madrid,
eran días grandes de Teresa,
yo estaba cerca y la seguí.

Teresa haciendo chocolate
en el año noventa y dos
para su pequeño niño apache
que está tocando el tambor.
Y ahora lo sabes Teresa,
como tú siempre dices,
lo que quema deja cicatrices.
Y ahora sentada en la ventana
leyendo cartas de tu hermana
puedes esperar sin prisa
que deje de llover.

Eran días grandes de Teresa
disparando contra el cielo de Madrid,
eran días grandes de Teresa,
yo estaba cerca y la seguí.

Eran días grandes de Teresa
disparando contra el cielo de Madrid,
eran días grandes de Teresa,
yo estaba cerca y la seguí,
yo estaba cerca y la seguí.

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