Javier Bergia

La mirada


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Tu mirada de avaricia,
desdeñosa y con malicia,
me exaspera y me desquicia,
me aniquila y ajusticia.

Es nociva y vigorosa,
no es ligera y es celosa,
venenosa por activa,
es tan viva y tan golosa
que me roba de una herida
la tirita y la glucosa.

Va limándome la vida,
me hipoteca en mil pedazos,
en intermitentes plazos
esa mirada homicida.

Va arañándome a guantazos,
entre asaltos y saqueos
la paciencia en los paseos,
la memoria en cada esquina.

Sigilosa breve y fina
como el agua de Bezoya
que si viene con la lluvia,
va y se pierde por la cara.

Delirante paranoia,
no me des más ya la vara,
no me acuses tu mirada
faraónica y trapera
cazadora y perdiguera
no me vendas despiadada,
tu sonrisa merengada
por jolines te lo pido.

No me atuses tu apellido
de casposo pedigrí
y si puedes dime, di,
si hay detrás de tu mirada
algo más que un bisturí.

Tu mirada es rencorosa,
dolorosa de calvario,
más que fina es una losa
como un hueso hipotecario.

Estimula el apetito
despiadado y usurero,
la mirada del maldito
saqueador y bandolero.

Es preciso defenderse
de esos ojos tan nocivos,
no arrimarse, desprenderse
de sus métodos coactivos.

Te la dan por la patilla
y además te llevan preso.
Te rebanan la cartilla,
"yavestruz" te dejan tieso.

No me gustan esos ojos
que me apuntan desalmados,
van dejando los despojos
de inocentes desgraciados.

Ojo a los inquisidores
elegidos por decreto,
venden, como no, favores
a granel y sin respeto.

Ojo atento a esa mirada,
no la pierdas ni un segundo,
es terrible y depravada,
la más mala de este mundo.

Su sonrisa es amargada,
su discurso nauseabundo,
es de nota su apellido
de casposo pedigrí.

Bien si puedes dime, di,
si hay detrás de tu mirada,
algo más que un bisturí.