Javier Bergia

Memorias


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Otra vez,
el aire bordea nuestra piel,
mientras el sol
desciende sonriente
como un barco
en llamas que se hunde.

Un olor
a piñones nos invade,
hasta el coche
parece que se anima,
no debemos
despistarnos,
el atardecer
es maravilloso.

Otra vez,
escapamos a escondidas,
buscando las horas soñadas
que nos devuelven la amistad,
que nos ofrece las olas
incombustibles del mar herido
por nuestra propia mano.

Quién sabe
si hacemos bien o mal
cuando ignorando
el tiempo que nos toca,
perdemos la esperanza
más cercana,
la que al borde de la cama
aguardó toda la infancia.

Más allá
vendrán tiempos rasantes
anunciando
misteriosos colores nuevos,
templadas frases,
lapidarios recuerdos del colegio.

Y en algún parque
prisionero de una ciudad siniestra,
está clavada sin querer
una pequeña mentira
en un chopo canadiense,
que por culpa de una obra
murió sin conocer el cielo.