María José Hernández

Mujer de arena


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Sara siempre supo que podría volar,
aprovechar su impulso para despegar;
por eso siempre miró más allá
de lo que los seres grises suelen mirar.

Pero una mañana algo es diferente,
su cuerpo es un latido de luna creciente.
Algo de vértigo no puede negar,
algo que le asusta pero le invita a soñar.

Y Sara se mira al espejo, ríe y siente
la fuerza del mundo meciéndose en su vientre,
aire que le empuja y da vida a sus velas,
alma protegida por las estrellas.

Pero el viento cambia y arden las hogueras,
pretenden poner puertas a la primavera.
Lo siento nena, para ti es tarde ya
entierra tus sueños, no intentes volar.

No busques más allá del horizonte,
el cielo se pierde si llevas un lastre.
Arría velas, la playa es tu lugar,
eres una sirena varada sin más.

Pero Sara no quiere ser mujer de arena
cuando tiene el mar rompiéndose en sus venas.
Sabe que este amor jamás será un problema,
que llenarse de vida, vale la pena.

Porque Sara no quiere ser mujer de arena
cuando tiene el mar rompiéndose en sus venas.

Tiene entre sus brazos un trocito de sol,
ahora más que nunca éste es su motor.
No hay viento en contra que te pueda parar
cuando unos ojos nuevos te empujan con su mirar.


Autor(es): María José Hernández

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