La Flor De Los Besos
Abriguémonos bien, Alegría, que barrunto días frescos
y jodías son las pulmonías con este tiempo.
Y andemos sigilosos y raudos pa no ser descubiertos
y pongamos a buen recaudo la flor de los besos,
que este invierno trae oscuridad y rabiosos vientos
que arrastran nubes preñás de agrios recuerdos
que harán que el sol no se asome y siga durmiendo,
y se ponga a tronar de cojones en nuestros adentros.
Y, si no sale el sol, la flor de los besos llora en exceso,
anegándolo tó
y tejiendo lodos que nos muestran el modo
de hundirnos al son
de los golpes producidos por los silencios caídos
sobre tablaos podridos por la humedad del dolor.
Que se duerma la tristeza abrazá a la pereza
y que cuando se despierte
no tenga ganas de hacer...
que no pueda extender su red de barro y maleza
y la pereza la convenza para dormir otra vez,
para dormir otra vez.
Abriguémonos bien, Alegría, y avivemos el fuego
aunque sea con hojas caídas y palos de incienso.
Y zurzamos las mantas raídas
por el uso y el tiempo
pa echárnoslas por encima si arrecia ésto, que el sol volverá a arder cuando decida
romper la espesa neblina y rozarnos la piel.
Y, en cuanto arde el sol,
la flor de los besos abre su pecho
y riega, con su olor,
sonrisas resfriás que alegres se asoman
a ver desfilar a la luz y al color,
que abandonan la bardoma
donde quedaron inmersos tras la inundación
que dejó el llanto en exceso de la flor de los besos.
Por eso quiero, Alegría, ponerme todos los días
la ropita que a media confeccionas pa mi piel,
que a la que llevo estos días le estoy cogiendo manía,
está muy descoloría y no deja de encoger.
{Estribillo}
Eternamente. Y nunca despierte. No, no, que no,
que nunca despierte, que no, que no, que nunca despierte...
