Augusto Blanca

Poblina de las memorias


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Muchas veces las memorias, caprichosas
nos conducen por pasillos tan lejanos,
que podemos tocar con nuestras manos
las horas más felices y dichosas.

Otras veces los recuerdos victoriosos,
los odiados, atroces, los tenaces,
comienzan a danzar con los compases
de obstinado ritual, vertiginosos.

A veces, por sorpresa, sale a flote
el sedimento de una noche inolvidable,
plateada, jubilosa, insuperable
que casi siempre nos duele como azote.

Hay veces, que lo mejor de lo vivido
desaparece al paso del intruso
devastador huracán que se propuso
sugerirnos un desvío hasta el olvido.

En ocasiones las memoria, estresadas,
nos dan respiro, se van de vacaciones,
ceden el paso a nuevas emociones,
y nos liberan por cortas temporadas.

Es, cuando entonces, evadimos las memorias
y nos fugamos por el portón del fondo
dispuestos a enfrentarnos con el mundo
sin equipaje, vacíos, sin historias.

Y apresamos los sabores
cadenciosos de un bolero
vuela el canto prisionero
relegando los dolores.

Y en apacible remanso
crecen, crecen las delicias
un mar sereno en caricias
de la tormenta un descanso.


Pero bien pronto regresan, las memorias
y nos expulsan de la fiesta nuevamente
devolviéndonos al sitio en que la mente
nos espera con más lágrimas que glorias.


Autor(es): Augusto Blanca