Ana Belén

Las laboriosas vidas marineras


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Es el grave Cantábrico
el cementerio de veloces vascos,
de montañeses esperanzados en la 'sotileza',
de asturianos en busca de las Indias,
de gallegos expertos en volver.
Es un duro refugio para vagos pesares,
un alto en el camino de las razas que saben caminar.

Miro los barcos en el océano seguir su ruta;
son como la vida de rumbos rotos,
para ellos lo que importa es partir.
Las laboriosas vidas marineras
—mar y muelle las forman—
están hechas para la travesía,
renacen al partir.
Partir, esta palabra debe terminar el poema.
Partir sin que el regreso nos preocupe.
Hombres del mar, hechos para partir,
para dejarlo todo,
la desnudez es siempre nuestra herencia,
nuestro único destino.

Y mientras zarpa el buque
dejemos que la vida
juegue con nuestros cuerpos,
que haga sus deterioros
y en sus cambios de ruta reflejemos
el deseo de bogar.
No hay resistencia válida
para este viento impuro.
Sólo el mar nos sostiene
y el misterio nos hace navegar.

Mas llegará un crepúsculo callado,
la hora de las gaviotas del silencio,
del albatros del "viejo marinero"
y, humildemente, sin mover las manos,
sin detener el golpe, nos iremos
y será nuestro el mar.


Autor(es): Hugo Gutiérrez Vega, Víctor Manuel San José