La Ronda De Boltaña

La Dama del lago


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En la torre, las palomas de Mediano
sueñan casas bajo el agua del pantano.
Sueñan vidas, vida y muerte: sueñan gatos
y miguicas de pan blanco en el tejado.

Sueñan tejas donde sólo queda barro.
Sueñan fuentes donde el agua se ha estancado.
Sueñan nubes que pasaron hace tanto…
Aquél mundo, un reflejo en el pantano.

¿Quiénes fuimos, amor, quiénes fuimos tú y yo?
Pajaricos caídos del nido.
A la alcoba entraba ya el río… ¡ay, adiós!,
¡llévanos donde quieras, camino!

Palomica, mi amor, ¿dónde se nos llevó?
Tiene garras de halcón el destino.
Donde quiso dejarnos, caímos, ¡y adiós!:
un lugar de camino al olvido.

Si nos fuimos, amor,
¿quiénes fuimos tú y yo?
¿Quién nos va a recordar,
si nos fuimos?

Castillos de Samitier,
los que nos guardáis los pasos,
un ojo en el Entremón,
y el otro puesto en Mediano.
Decidnos, pues lo veis bien,
si aún se alza en el pantano
esa torre –un sueño en pie-,
la hermosa Dama del Lago.

Sin su ejemplo, ¿quién soñaría en Mediano,
si no fuese pesadillas de agua y fango
sin palomas, vida, gatos ni pan blanco?...
Otro cuento que se acaba sin contarlo.

En la torre, la que emerge del pantano
como el mástil de un velero naufragado,
hay gaviotas; las palomas ya volaron
a otra torre, su reflejo en el pasado.

¿Quiénes fuimos, amor, quiénes fuimos tú y yo?
Pajaricos en un torbellino.
Como tantos, amor, y hace tanto, ¡ay adiós!,
¿quién nos va a recordar, si nos fuimos?

Una foto en el fondo, ¡ay amor!, de un cajón,
desde el sepia virando al olvido.
Nuestro mundo se hundió, ¿qué ha quedado? ¡ay, adiós!,
el tic-tac de un reloj bajo el barro.

Un reflejo, un rumor,
un temblor en la voz:
esa torre en mitad del pantano.

¡No habrá olvido, mi bien,
mientras ella esté en pie!
Junto a ella, ¿nos ves?, tú, yo y tantos…

¡No habrá olvido, ay amor!
Quiénes fuimos tú y yo…
aún lo cuenta La Dama del Lago.

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