Historia de faunos y palomas


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Tienes ojos extraños de pájaro enfermo
y una risa ligera de brisa o cristal,
un cristal en tu voz cuando dices y aún
cuando callas, tus sílabas mudas descienden,
tu música muda, tu voz que hace mal,
tu silencio de ayer escondida en un vientre,
tu infancia de hoy, mi locura, tu voz que hace mal,
tu insolencia infantil y mis años que pesan
si miro tu rostro de niña, el país
que respira detrás del espejo,
la lógica absurda que rige las horas,
la vida que tienes, la vida que tuve me hace mal
tu niñez, el reloj me hace mal.
Y sin embargo está bien.

Me despierto contigo que llegas temprano
y me guiñas un beso vestida de azul.
Los libros olvidan, inventas excusas
pero luego te ríes y ya no hay reproches.
La niña llegó y con ella la mañana,
el perfume de invierno enredándote el pelo
la blusa delgada, aletean tus manos,
mis manos, tu piel de manzana,
tus pechos pequeños, la luz de tu sexo animal,
la ternura cansada, el silencio. Fumamos
hundidos el uno en el otro.
Tu cuerpo de duda desvela la herida.
Querimos cada vez que se cruza en la vida el amor.
Y que dice su nombre.

En la casa te esperan, la niña recoge
la blusa delgada, el vestido, la piel.
El espejo repite tus rápidas muecas
te esperan en casa, mañana, otro día
y te alejas corriendo hacia mil años luz
y la luz que se aleja contigo quisiera
inventar un lugar donde el tiempo no fuera
un lugar construido a nuestra propia imagen
sin vestidos azules, ni blusas delgadas,
sin esperas atroces, sin tanta mentira,
un lugar, un infierno cubierto de playas
que alzaran su mar sobre los adoquines,
un lugar sin retorno, un lugar sin ayer.
Un lugar sin París.


Autor(es): Desiderio Arenas

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