En tierras blancas de sed


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Hincho mi corazón para que entre
como cascada ardiente el Universo.
El nuevo día llega y su llegada
me deja sin aire.
Canto como la gruta que se llena
canto a mi día nuevo.
Canto.

En tierras blancas de sed
partidas de abrasamiento,
los cristos llamados cactus
vislumbran desde lo eterno.

Y el espino y el espino
braceando su desespero.

La tierra crispada y seca
se aparea con sus muertos.

Y el espino y el espino
braceando su desespero.

Y el chañar cociendo el fruto
del sol que se lo arde entero.

Soledades, soledades,
desatados peladeros.

Un río que suena
no sé dónde, de aguas
se me viene al pecho
y que es de cascada.
Me paro y escucho
sin ir a buscarla
¡agua, mama mía
hija mía, agua!


Autor(es): Gabriela Mistral, Pascuala Ilabaca