Rafael de León

Madrina


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Rondabas por mi dehesa
y un día dijiste llegando a mi altura:
tu buen corazón, Condesa,
hará que en el toro yo sea figura.

Y ordené a mis mayorales
conmovida por tu voz,
apartarle dos erales
que a este lo apadrino yo.

Subiste a los carteles en un momento,
el brillo de tus caireles son mi tormento.

Madrina, por fuera jardín de rosas,
por dentro zarzal de espinas.
Madrina, mi pena es de dolorosa,
más nadie me lo adivina.


No sabes de mi amargura
pues tu locura solo es el toro,
y a solas me bebo el llanto
de tanto y tanto como te adoro.


Madrina, Madrina sin un lucero,
Madrina sin un te quiero,
la gente no se imagina,
que el hombre de mi corazón
me llame solo... ¡Madrina!


Por culpa de una sonrisa
que echaste a unos ojos que había en barrera,
un toro de mi divisa
sembró de amapolas tu estampa torera.

Si se salva, Padre mío,
en silencio seguiré,
en tus manos lo confío
que eres Tú el del Gran Poder.

De nuevo por las arenas viste de luces,
y yo mi caudal de pena lloro entre cruces.


Autor(es): Antonio Quintero, Rafael de León, Manuel Quiroga