Antonio Martínez Ares

A orillas de la ciudad


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Era tan pobre su amor
que se hizo el fuerte para no mentir,
y sin mirarla le dio dos rosas
que le arrancó de un jardín.
Ella las puso en un florero
a que les diera la luz del basurero.

Sobre un roído colchón
se le entregó sin apenas comer,
y el miedo le susurró
que uno y uno siempre suman tres.
Y descubrió que eran tan pobres
que ni los gatos maullaban por la noche.

Y a orillas de la ciudad
se hicieron tal para cual bajo un cielo malherido,
y entre nubes de alquitrán buscaron a Peter Pan
como dos niños perdidos.

Y por no verla llorar se disfrazó de poeta.
Dame un beso, corazón,
que nos está observando Dios
y Dios no ahoga pero aprieta.

Y un día al amanecer
llegó el progreso y la demolición,
como si fuera papel
cayó el palacio de chapa y cartón
y a otra cosa, mariposa,
no respetaron ni las rosas.

Y a orillas de la ciudad,
sin patria, ni libertad y bajo un cielo malherido,
entre nubes de alquitrán
buscaron a Peter Pan como dos niños perdidos.

Y por no verlo llorar, lo acarició con dulzura,
y dame un beso corazón,
no llores más que existe un Dios
para los que viven a oscuras.

Dame un beso, corazón,
que yo sí que tengo un Dios apretando mi cintura.
Y dame un beso, corazón,
que nos está observando Dios,
que él sí que está más solo que la una.

Y a orillas de la ciudad se disfrazó de poeta…


Autor(es): Antonio Martínez Ares

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