Una noche escuché tambores


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Mama, una noche escuché tambores
y vi relumbrar un fuego,
todo el mundo iba pa’l norte
y yo fui pa’ no ser menos.

Un pintor de feria, errante,
me pintó el mundo en los ojos
y me colgó de la noche
sobre un camino de polvo.

Al cruzar los parques
la niebla me iba blanqueando las motas
y me seguían los perros,
los mendigos y las palomas.

Una tribu de gitanos
con timbal y pandereta
me dio carpa, vino y burro
y una luna de frontera.

Locomotora y gaviota
cruzando los arenales
y al estribo cantos del indio
echando al viento el sarate.

Hay guitarras que me llaman
junto al oro de los fuegos
para que baile llorando
las danzas de los mineros.

Tambores llenos de mar,
acordeones retorcidos,
me gritan “ven a llorarnos
nuestras miserias antiguas”.

Y me pinto con harina
de cien lunas pisoteadas,
y una risa de sandía
me parte al medio la cara.

Pero al bailar no me sale
más que una mueca macabra
y al que quiero darle alivio
le clavo un muerto en el alma.

Una noche escuché tambores
y vi relumbrar un fuego
todo el mundo iba pa’l norte
y yo fui pa’ no ser menos.

Un pintor de feria, errante,
me pintó el mundo en los ojos
y me colgó de la noche
sobre un camino de polvo.

El pie desnudo del negro
se fue a bailar a la calle,
entre las ramas sus muertos
tamborileaban el aire.

¡Qué bailas negro, qué bailas!
Bailas borracho de momo y caña.


Autor(es): Manuel Picón