La oda infinita


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Tengo empezada una oda
que nunca puedo acabar;
de día y de noche me la ha dictado
todo cuanto canta en el viento,
todo cuanto brilla en el espacio.

La entonó mi infancia
entre ensueños de amor puro;
decaída y medio maltrecha,
la juventud la retomó
con un compás mucho más seguro.

En seguida, con voz más fuerte,
me fueron dictados nuevos cantos;
pero cada año que se lleva el viento,
veo otra estrofa muerta
y perdidos los consonantes.

Ya no sé cómo comenzaba
ni sé cómo acabará,
porque tengo el pensamiento esclavo
de una fuerza que se desahoga
dictándomela sin parar.

Y así siempre, a la ventura,
sin saber si liga o no,
va enlazando la mano insegura
gritos de gozo, lamentos de amargura,
himnos de alta adoración.

Sólo deseo, por mi gloria
que, si alguien sabe esta oda,
en el momento en que yo muera,
me la diga de memoria
palabra por palabra, de cabo a rabo.

Que me la diga al oído
escudriñando, hilo a hilo,
la ignota maravilla
que a la vida nos apareja
con un tejido firme y sutil.

Y sabré si en lo que piensas,
-¡oh poeta extasiado!-
hay un eco de las cadencias
del pájaro de alas inmensas
que anida en la Eternidad.


Autor(es): Joan Maragall, Miquel Pujadó