Edwin Reyes

Ofelia (La muerte del poeta)


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Por la calle de San Sebastián
baja un lento río de luz,
una curva profunda por la que va flotando
el cuerpo luminoso de Ofelia.
Ni un perro se mueve en la tarde,
sobre los adoquines azules
va formándose un charco de prematura noche.
Ofelia es un lirio adormecido por la muerte.

Cuando pasa por el Colegio de Párvulos,
una monjita la ve pasar y se estremece
al sentir esa súbita ráfaga de belleza dorar
las rejas del portón.
“Debe ser una puta asesinada en La Perla”,
piensa la monja y se persigna bruscamente.

Efraín El Loco iba doblando
la esquina de San Justo
con su fiero turbante de apóstol
y su violenta mano de amigo
cuando el suave cadáver de Ofelia
le pasó por delante.
“Es la Virgen” rugió el loco
y cayó de rodillas sollozando,
los ojos abrasados por el resplandor del cielo.

El poeta estaba más abajo,
en la acera de Tony’s Place,
solo, tomando una cerveza
con un hermoso libro de las cartas
de Henry Miller a Hoki Tokuda.

Pensaba en el amor precisamente,
mientras miraba el río prodigioso de la calle
que tanto le hacía añorar
el ya lejano río de su infancia.

Fue entonces cuando notó el fulgor sereno
del cadáver de Ofelia que bajaba;
la reconoció enseguida
por el aura fatal de su hermosa cabeza de niña.

El poeta tembló de dolor
pero más quiso contemplarla;
de pie a la orilla del río la vio pasar, la quiso,
soñó que era otro río el que pasaba,
intentó detenerla con sus manos y ya no la vio más.

Al otro día los alumnos del Colegio de Párvulos
hallaron posado en la acera un libro cubierto de rocío
y, más allá, un puñado de flores extrañas
esparcido por los adoquines de la calle de San Sebastián.

Ofelia es un lirio adormecido por la muerte...


Autor(es): Edwin Reyes, Roy Brown