Israel Rojas

Contracorriente


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El buen adolescente cree saberlo todo,
y aunque no se sabe tanto, se pone a inventar.
Total, si la gente adulta tampoco lo sabe todo,
pero escudan sus lagunas tras mucha formalidad.

Si cuesta poner economía con acento,
y con «b» de burocracia se escribe revolución,
habrá que estar de acuerdo con el gran García Márquez
cuando contra la gramática un buen día arremetió.

Contracorriente, lúdico instinto.
Contranatura, añeja lección.
Contracorriente, enfermedad de locos
que deambulan por la razón.

El joven displicente busca novia entusiasta,
comienza la batalla más universal,
y se quiebra la balanza, y alguien gana la partida.
Demócratamente tiránico es el poder sexual.

Mientras semejantes, cual si fueran mascotas,
dejamos los egos, salir al correr.
¡Ay! Política, ética, cuántica, bonitas palabras.
Al final, el ego caga lo que le dimos de comer.

Contracorriente, lúdico instinto
Contranatura, zanahoria de la historia.
Contracorriente, enfermedad de locos
que deambulan por la razón.

Graduándose de adultos y empíricos padres,
corriendo tras aquello que quedó por probar.
Y un par de ridiculeces no vienen tan mal a veces,
el miedo a envejecer, la historia te absolverá.

Y un soldado de pronto se descubre poeta.
Y un caníbal declara al tomate su obsesión.
Y un crítico de arte con complejo de profeta,
se inventa cineasta y estrella en televisión.

Contracorriente, lúdico instinto
Contranatura, zanahoria de la historia.
Contracorriente, enfermedad de locos
que deambulan por la razón.

Contracorriente, lúdico instinto.
Contranatura, añeja lección.
Contracorriente, enfermedad de locos
que deambulan por la razón.


Autor(es): Israel Rojas