Jesús Bienvenido

La calle del Almíbar


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Es la calle del Almíbar del barrio del Caramelo
donde un chiquillo vivía soñando con ser torero.
La figura más bravía que lidiara en el albero
y a la plaza de la vida dar la vueltecita al ruedo.
Y allí mismo en una esquina la faena le brindaba,
a una risueña vecina que ser princesa soñaba.
Con su muleta de trapo, le lanzaba chicuelinas
a un toro negro invisible que al cuerpo se le ceñía.
Y con su estoque de palo, en un volapié certero
atravesaba al torito que caía en el albero,
la princesa le aplaudía, su mella al sonreír lucía,
y sacaba un blanco pañuelo.

Los sueños son tan sencillos, soñar no cuesta dinero,
en la calle del Almíbar del barrio del Caramelo.


En la calle del Almíbar del barrio del Caramelo,
el reloj de golosinas no detuvo el minutero,
el tiempo empujó la vida y cuando los dos crecieron
ni fue princesa la niña, ni el chiquillo fue torero.

Ya no hubo traje de luces, ya no hubo pases de pecho,
ya no hubo tarde de gloria, pero hubo besos:
Besos de la puerta grande, besitos de oreja y rabo,
besos de casta y coraje, besos de tercios bordados.
Besos de sol y de sombra, besitos sin burladero,
besos de fuerte envestida, besitos de vuelta al ruedo.
Besos largos y elegantes, besitos de amor de amante,
de la princesa y el torero.


Autor(es): Jesús Bienvenido