Rosina la cantinera


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En el jardín del relleno,
al lado de una palmera,
allí se hallaba sentada
Rosina la cantinera.

Timoteo, el barrendero,
que al otro lado se hallaba
se fue acercando a la joven
por ver si la camelaba.

Y Rosina le contesta
con la sonrisa en los labios:
No prefiero tener novio
hasta cumplir veintiún años.

Mucho tiempo me parece
Rosina sin tener novio
porque estas piernas tan gordas
ya te piden matrimonio.

Y si alguna vez lo tengo
no ha de ser un barrendero,
que ha de ser un delegado
porque si no no le quiero.

Muy orgullosa te pones
muy a lo alto te vas
eres de cabeza loca
no sé si te casarás.

No piensas, Timoteo,
que yo me quede soltera,
que un jardín con tantas flores
no faltará quien lo quiera.

Ese jardín que tú dices
suele llevar muchos nombres,
uno de los nombres es
"la perdición de los hombres".

La perdición es la tuya
que sabes que no te quiero;
que un jardín con tantas flores
no requiere un barrendero.

Ya tenía treinta años
Rosina la cantinera
ya tenía treinta años
y aún se hallaba soltera.

En sin padre y en sin madre
sin amor y sin dinero
va gritando por las calles:
"¡quién pillara un barrendero!".

Quién pillara un barrendero
aunque sea sin escoba,
vale más un barrendero
que vivir la vida sola.

Y aquí termina la historia
de Rosa la cantinera
que por echar agua al vino
perdió toda clientela.


Autor(es): Popular castellana

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