Despedida de soltero


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Cayó el cazador en su propia trampa,
está pataleando en su despedida,
lo mojan con sidra, le tiran harina,
porque así se estila en esa función.
Cantan su canción
los demás muchachos.
Se escucha un aplauso
de la concurrencia.
Uno, con más ciencia,
se sube a una mesa,
con firme entereza comienza a mandar:
"Atenlo a una silla, bien asegurado".
Urgente, obedece la barra tenaz.
"Límpienle la cara con ollín y aceite",
rapidito aplican la crema facial.
Ya se ve brillando la cara del novio,
como esos pan dulce que suelen llamar.
Pide por favor que lo dejen libre.
Pero nadie lo escucha en su cautiverio.
Le tiran tomates, lo arrojan al suelo,
con fuerza y empeño lucha en perdedor.
Y de un buen tirón le sacan la ropa.
Se escucha un "socorro"
que pide aquel novio.
Muy desesperado corre a la cocina
dentro de una tina se cobija al fin.
"Sáquenlo de allí",
grita el de más ciencia.
Urgente obedece la barra tenaz.
"Dentro del canasto, llévenlo a la calle"
y la caravana se larga de a pie,
hasta que un agente
que estaba en la esquina,
lo llevó a la celda sin decirle por qué.
Tiritaba ya en el calabozo,
en vano trataba de morderse el codo.
Para má´esa noche se largó una helada
que en parte calmaba su rabia feroz.
La fecha fijada para el casamiento
la barra reunida resolvió calmarse.
Hicieron colecta para un buen regalo,
que el novio contento por fin aceptó.
En aquella boda, para darle suerte,
la barra presente ... le tiraba arroz.


Autor(es): G. Moina