Silvio Rodríguez

El hombre de Maisinicú


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El hombre llena una copa ancha,
aunque no cabe el peso de su extraña gracia,
y brinda por la muerte de su abril.
Después se sube a un sitio inexpugnable
y canta un canto que suena agradable,
mientras por dentro vuelve a maldecir.

El hombre niega de su rica tierra,
es su propio enemigo en esta nueva guerra:
el hombre vio su rostro sucumbir.
Que se abra bien la casa de la historia,
que se revise el trono de la gloria
porque un hombre sin rostro va a morir.

¡Oh, qué sensación,
no tener rostro y contemplar el mundo
con ojos tan profundos
como con ojos de guardián del sol!

¡Oh, qué sensación,
no tener rostro al enfrentar la muerte,
correr la doble suerte
de rastreadores y de perseguidos,
teniendo tanto de estrella, escondido!

Cuánto millón de rostros no tendrá
el que nos regaló la claridad.


Autor(es): Silvio Rodríguez