Un recuerdo al General Zapata


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Sobre el sentir de la Patria
quise escribir un renglón,
pero mi pluma es inepta,
carece de ilustración.

Ahora hablaré de Zapata
que en Chinameca cayó,
muerto por Jesús Guajardo
bajo una infame traición.

Murió el caudillo suriano
enemigo al español,
cuyo elemento insano
tanto odiaba el luchador.

Con el acero en la mano
y con supremo valor
gritaba: Muera el tirano,
el déspota y el traidor.

Allá en los montes y valles
se oyó la voz del cañón,
también se oyeron los ayes
del guerrero que rodó.

Herido por la metralla
envuelto en sangre expiró,
por cobrar la libertad
que el pobre pueblo perdió.

Los que murieron, murieron,
y los que viven son hoy
los que se disputan puestos,
sillas de gobernación.

Allá en los tiempos de lucha
pocos iban con valor,
nadie quería tener triunfos
para ser gobernador.

Hoy todos quieren el mando
tener un puesto de honor,
pero entonces digan cuándo
demostraban tanto valor.

Sólo Zapata luchando
permaneció allá en el Sur,
a las huestes levantando
con un patriótico amor.

La muerte de ese caudillo
dióle gusto al español
decían: ha muerto el bandido
que tantos males causó.

Porque estaban ofendidos
el elemento opresor,
porque sus fincas Zapata
en ruinas se las dejó.

Zapata fue un gran patriota
como pudo serlo Obregón,
nunca de sangre una gota
regó por vías de ambición.

Si no es que una mala nota
la opinión pública dio,
para el jefe suriano Zapata
fue un bravo campeón.

Adiós, patriota esforzado,
adiós, bravo luchador,
leal y valiente soldado,
modelo de gran valor.

Jamás el pueblo suriano
se olvidará era su interior
que el general Emiliano
fue su grande defensor.