Las mil y una
Yo de pibe me juntaba con poetas
que tenían más respuestas que preguntas
y aunque había poca suerte y menos teca
no faltaban las botellas y las musas.
A la sombra de Tuñón pedían letra
y soñaban con ser capos de la pluma
anotando en las mugrosas servilletas
la bitácora genial de aquellas curdas.
Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.
No faltaba aquel campeón de la tristeza
con la verba alucinada de la culpa,
ni el payaso repitiendo la promesa
de callarse si empezaba una trifulca.
El actor, el musicante y el profeta,
el barbudo intransigente y medio mufa,
el que todo lo vivió y está de vuelta,
y hasta yo, pichón de bardo, con mi luna.
Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.
La “Canción de vagabundos” nuestra estrella,
y el misterio de la noche simple y dura
aferrados a algún vaso de ginebra
para calentar la lengua con soltura.
Yo de pibe me juntaba con poetas
que perdidos en la noche más oscura
siguen siendo los que cantan la epopeya
de los versos, de la vida y de la lucha.
Para nosotros era una fiesta
aunque apretaba la dictadura
y noche a noche las noches nuestras
eran de una las mil y una.
Autor(es): Fabián Russo