Oíme negro
Perdóname si un día, yo tuve el desatino
de huir del buen camino, burlándome de ti.
Te juro, por mi madre, que fue en un mal momento,
del cual hoy me arrepiento, porque mucho sufrí.
Estoy desengañada del mundo y su ironía.
Las gentes, con falsía, me hablaron de amistad,
y en medio de esa pena, tu imagen de hombre bueno,
llevole al alma mía, su rayo de bondad.
Grande
fue mi culpa, negro mío.
Tarde
comprendí tu inmenso amor.
Nadie
de tu modo me ha querido.
Y yo a muchos he servido
pues, quizás, de distracción.
Dime
se me adoras todavía.
Dudo
que me quieras perdonar.
Dame
la ocasión de que te pruebe
que me encuentro arrepentida
de mi burla y mi maldad.
Fui mala, lo comprendo. Las joyas y vestidos
que nunca había tenido, llenaron mi ambición:
Perdona mi torpeza y escucha a la que implora.
¡También las pecadoras merecen un perdón!
seré como una esclava, sujeta a tu mandato.
Tendrás a cada rato mis besos de querer.
Y unidos para siempre, viviendo en la ternura,
yo haré que se te olviden mis faltas de mujer.
Sólo
tu cariño fue sincero.
Siento
desgarrarme el corazón.
Mira
que te quiero tanto, tanto,
que yo espero, envuelta en llanto,
tu palabra de perdón.
Buena,
me verás, te lo prometo;
tierna,
dulce y tierna en mi pasión.
Nunca
tú tendrás que maldecirme,
¡porque bien sabré tenerte
gran respeto como a Dios!
Autor(es): Rosita Quiroga