Dos que se aman
Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan solo teníamos los dos.
Mas hoy es preciso que a esa alma divida
la amarga palabra del último adiós.
¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
Cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana, la tumba; ¿por qué hoy, el dolor?
¿La dicha secreta de dos que se adoran
enoja los cielos, y es fuerza sufrir?
¿Tan solo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?
¿Tan solo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?
¿Quién es el destino?... Te arroja a mis brazos.
En mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y, bárbaro, luego me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿Por qué?
Adiós... es preciso. No llores... y parte.
La dicha de vernos nos quitan nomás;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hacer que te olvide. ¿Lo pueden? ¡Jamás!
Con lazos eternos nos hemos unido.
En vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
No tienen ausencia, no tienen adiós!
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
No tienen ausencia, no tienen adiós!
Autor(es): Manuel María Flores, Antonio Tormo