El pisito de la calle Melo
En aquel pisito de la calle Melo,
pura coincidencia con la realidad,
las noches duraban como cinco días,
con mate y cariño para despertar.
Porque nos amamos tan intensamente
que no nos cabía ya ni el corazón,
nos bastaba un vino y un disco de Troilo,
¡dos patos alegres de la Bélle Epoque!
Almafuerte y Baudelaire
fue el poético festín
y era el techo del bulín
el mejor televisor,
y era un éxtasis comer
una estrella en el balcón,
nuestro balcón a Puyrredón y el cielo.
La mayor felicidad
viene escrita en Mi menor
y así vimos que el amor
misterioso es al nacer,
misterioso es al morir
y al besarnos, al partir,
ya cerrado nuestro nido nos lloró.
En aquel pisito de la calle Melo
te soltaba el pelo como un lucifer,
soñamos, ardimos y en mimos valseados
eras Ginger Rogers y yo Fred Astaire.
Todo humilde menos nuestra fantasía
que no dio la forma de portarnos bien,
porque a nuestras almas les dimos el gusto
y al cuerpo le dimos el gusto también.
Almafuerte y Baudelaire
fue el poético festín
y era el techo del bulín
el mejor televisor,
y era un éxtasis comer
una estrella en el balcón,
nuestro balcón a Puyrredón y el cielo.
La mayor felicidad
viene escrita en Mi menor
y así vimos que el amor
misterioso es al nacer,
misterioso es al morir
y al besarnos, al partir,
ya cerrado nuestro nido nos lloró.
En aquel pisito de la calle Melo,
los buenos recuerdos se aman por los dos.
Autor(es): Horacio Ferrer, Raúl Garello