Soneto de la niña joven
Pues la niña era joven, su alegría
era joven, su pecho diminuto
era joven, su ángulo de luto
era joven, más joven todavía.
Conocida que fue como el minuto
contiene la dialéctica del día,
su mirada frutal la contenía
en cristal y en imágenes de fruto.
Sangre fina de fuego y rosas tiernas
en el torpe delirio de las piernas
suscitaban los vínculos y pues.
Conocida que fue ardiendo y sola,
la noche la arrastró por la amapola
con un hombre enredado entre los pies.
Autor(es): Pedro Mir, Augusto Blanca