No cantes
que hilaste tu plumaje entre los cúmulos
que cultivaste ojos para ver
desde lo alto
como su dios
Te necesitan para iluminar
de alguna forma sus paredes pálidas
frías e impávidas
que ni han llorado
ni saben soñar
No cantes, no cantes
van a creer que los mencionas en sus trinos
que les quieres
que les debes su cariño
No cantes
pero conserva tu piedad
que tu alma es grande
y en los alambres
también pierden su libertad
Los hijos de tus hijos crecerán
acostumbrados a vivir desde un rincón
su canto será dulce en su prisión
y no sabrán volar,
ni la razón
y dejarán la jaula como tú
con las patitas corvas y enfriándose
entre unas manos que
solo supieron sentirse ataúd.
Autor(es): Joan Baptista Humet